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phenelope.aldaz@eluniversal.com.mx
Para que una obra se mantenga en pie requiere cobrar al menos una vida, o al menos eso es lo que se cuenta entre los trabajadores de la construcción.
La tarde del miércoles 28 de mayo de 2003, una estructura que formaría parte del Distribuidor Vial San Antonio se zafó; 300 toneladas de concreto cayeron sobre Saúl Cornejo. El hombre de 35 años de edad, inconsciente fue trasladado a un hospital donde más tarde murió.
Un día antes, mientras autoridades de la Ciudad de México realizaban un recorrido por la obra, se registró la volcadura de una grúa que transportaba una trabe.
Nueve años después, en marzo del 2012, cuatro trabajadores resultaron heridos a consecuencia del desprendimiento de una parte del techo del túnel, que forma parte de la Supervía Poniente y que une las avenidas Luis Cabrera y San Jerónimo.
Días después, un deslizamiento de tierra sepultó a un trabajador. Clemente Sánchez, de 63 años, murió mientras se encontraba realizando una excavación profunda a la altura del puente Tarango, en la colonia Lomas de las Águilas, ubicada en la delegación Álvaro Obregón.
En julio, la construcción de la Supervía tuvo que ser detenida debido a la caída de tres trabes; en el incidente tres trabajadores de la construcción resultaron heridos.
La Autopista Urbana Sur (Ausur) en su primera etapa de construcción tampoco salvó la racha. En noviembre de 2012 uno de los trabajadores perdió la vida cuando fue atropellado por un vehículo. Antonio Pérez, de 25 años de edad, murió en el lugar mientras era atendido por paramédicos.
En la fase de ampliación, en el tramo de dos kilómetros que corresponden al Gobierno de la Ciudad de México, hasta el momento, según reporta la Secretaría de Obras y Servicios (Sobse), no se han registrado incidentes mayores, salvo algunas heridas leves en los trabajadores.