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david.fuentes@eluniversal.com.mx
Aparentan una vida “cómoda”, se mezclan con gente de clase media alta, toman café, comen y cenan en lugares de moda, manejan vehículos de lujo y reciente modelo y visten ropa fina; es el modus operandi con el que operan las bandas de colombianos que delinquen en la Ciudad de México y que se dedican principalmente al robo de casahabitación, la clonación de tarjetas y a la estafa.
Esta manera de trabajar fue detectada por la procuraduría capitalina y por el Consejo Ciudadano, que —gracias a diferentes denuncias de víctimas— lograron establecer que en ocasiones también usan a mujeres para “enganchar” a jóvenes en bares o cafeterías, con quienes se relacionan por un lapso de uno o dos meses y después de obtener la información requerida, los roban o estafan.
Este modo de operar funciona principalmente entre hombres de entre 25 a 35 años a quienes estafan de inmediato pues clonan sus tarjetas de crédito y débito. Si el “blanco” da para más, la relación se extiende, pues buscan el momento para ingresar a la vivienda y llevarse objetos de valor o, después, la información que proporciona la víctima sirve para extorsionar o estafar al primer círculo familiar.
Otro sistema que ha cobrado importancia es la utilización de hombres bien parecidos que “enganchan” a las empleadas domésticas de la zona de las Lomas de Chapultepec, Polanco y zonas residenciales de la delegación Cuajimalpa, después de saber cuánto dinero en efectivo tienen “los patrones”, organizan un robo principalmente en temporada vacacional, julio y diciembre cuando —según las estadísticas de la procuraduría capitalina— más trabajos realizan.
En este caso, el enamoramiento es sólo para obtener información de la actividad de los empleadores. En el momento exacto hacen una llamada telefónica y le hacen creer a la empleada doméstica que el patrón está detenido y ocupa dinero en efectivo. De manera urgente, la empleada doméstica cae en el engaño y les entrega dinero que obtiene de la caja fuerte y algunas joyas que encuentra.
Cuando se da cuenta de la estafa es demasiado tarde y, en ocasiones, la empleada es juzgada y enviada a prisión al ser la única responsable y sospechosa de participar en contubernio con los estafadores colombianos.
Presumen hasta lo que no tienen. En diciembre pasado, la procuraduría capitalina logró la detención de un colombiano, líder de una de estas células criminales —que actualmente están operando de manera mixta con mexicanos— e imputado en por lo menos una docena de robos e igual número de estafas.
En su declaración preparatoria ante las autoridades, el colombiano —de quien su identidad se mantiene en el anonimato— detalló que en la Ciudad de México es muy fácil hacer este tipo de estafas, debido a que “el defeño es muy fanfarrón, le gusta presumir hasta lo que no tiene e incluso, señaló, son muy confiados”.
Con este argumento —detalló el colombiano, quien fue sentenciado a 20 años de prisión— que es muy fácil ingresar a los complejos habitacionales, pues nadie se conoce y debido a que aparentan ser personas de clase media alta, nadie sospecha de ellos.
Las autoridades tienen detectado también dónde terminan las cosas robadas. Las joyas, relojes y otros artículos son entregados a casas de empeño clandestinas, mientras que todo lo que es telefonía celular, tabletas electrónicas y equipo de cómputo, son vendidos en las plazas comerciales del Eje Central.
En estos puntos, incluso, se ha detectado que los colombianos tienen sus negocios establecidos, que lograron gracias a todo lo que roban en promedio durante un año.