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david.fuentes@eluniversal.com.mx
Durante los cuatro meses que Roberto Sánchez, El Fugas, vivió evadiendo a las autoridades se operó la nariz, se injertó cabello y dejó crecer el bigote; en ocasiones usaba gorra o sombrero y gafas negras, decía que era un comerciante de Michoacán y que estaba de paso en Tlalnepantla por negocios, por lo que vivía de motel en motel.
Pese a los cambios a los que se sometió, elementos de la Policía de Investigación lo identificaron plenamente porque los rasgos fisonómicos relevantes del rostro permanecieron.
En ese tiempo, la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de la Ciudad de México siguió sus pasos y fue cercando su círculo familiar y más íntimo.
Durante la vigilancia detectaron que su pareja sentimental en ocasiones lo visitaba en los moteles donde se quedaba; ella le proveía recursos económicos para comidas, alojamiento e incluso para salir a departir.
Hace un mes ya se había montado un operativo especial para detenerlo, pero El Fugas fue alertado y no llegó a dormir al mismo lugar; 30 días después bajó la guardia y le tendieron una trampa. Desde la noche del lunes agentes infiltrados se apoderaron de la avenida Ceylán, en Tlalnepantla, Estado de México, algunos incluso se hicieron pasar por parejas para confirmar su presencia en el lugar.
Por la mañana sabían que tenía que salir “a trabajar”, por lo que ya lo esperaban. En cuanto se asomó los agentes lo acorralaron y le ordenaron que se entregara, pero el prófugo trató de abrirse paso con un vehículo tipo Bora 2007 que conducía, pero el intento fue inútil porque dos patrullas le cerraron el paso.
Al sentirse acorralado, Roberto Sánchez bajó del auto y abrió fuego contra los policías con un arma calibre .25, por lo que los agentes respondieron con disparos por lo menos cinco ocasiones; lo que provocó alarma entre testigos y empleados del hotel en el que se hospedaba.
Uno de estos tiros dio en la pierna izquierda del prófugo, quien al sentirse herido gritó que se rendía y entregó el arma. Después fue trasladado bajo un fuerte dispositivo de seguridad a un hospital de la localidad para su posterior traslado al Reclusorio Oriente, de donde se escapó.
De entre sus pertenencias encontraron licencias para conducir y otros documentos a nombres de; Roberto Sánchez Ramírez, Miguel Márquez Montes, Roberto Sánchez Ramos o Roberto Daniel Sánchez, con todos estos alias intentó disimular que era uno de los delincuentes más buscados por la procuraduría capitalina.
Sobre El Fugas pesan cuatro órdenes de reaprehensión emitidas por los juzgados 25, 36, 34 y 54 de lo penal, con sede en la Ciudad de México, por su probable participación en la comisión de los delitos de privación ilegal de libertad agravada, asociación delictuosa y robo calificado.
Según su archivo criminal, el detenido proviene de una familia de delincuentes. Creció en Izcalli y era el segundo al mando en la banda de Los Ponchos, encabezada por su padre, Alfonso Sánchez Enríquez, preso desde 2000 por los delitos de secuestro y asociación delictuosa.
Dos semanas después de que cayera el padre, también aprehendieron a su hermano Alfonso y a sus hermanas Josefina y Concepción. A esta familia criminal la Procuraduría General de la República (PGR) la vinculó con seis secuestros entre 1998 y 2012; la capitalina los relacionó con otros tres entre 2000 y 2013.
Según la indagatoria PGR/SIEDO/004/2003, Los Ponchos solían cortar los dedos a sus víctimas y enviarlos en sobres a sus familias para que estos pagaran un rescate millonario.