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david.fuentes@eluniversal.com.mx
El caso de Mauricio Ortiz El Cholito es similar al de muchos internos. Ingresó a los 20 años al Cevarepsi, lo acusaron de robo. Debido a su esquizofrenia asegura que no se acuerda de nada, tres años después ya está a días de alcanzar la libertad, pero tampoco tiene un lugar donde quedarse debido a que todos sus familiares cercanos viven en Los Ángeles, California.
Actualmente, está en pláticas con uno de sus tíos, quien le prometió que al menos por un corto tiempo se puede quedar con él, pero que en cuanto consiga trabajo que se vaya a rentar a otro lado, El Cholito, sin embargo, tiene la mirada puesta en Estados Unidos, a donde piensa migrar en cuanto tenga dinero para pagarle al coyote.
Delgado y bajo de estatura, el joven aún muestra los efectos de los medicamentos que le dan y que lo dejan aletargado y con la mirada perdida. Dice, en entrevista con EL UNIVERSAL, que haciendo trabajos de albañilería podrá juntar rápido el dinero y buscar otro lugar donde vivir que no sea la Ciudad de México. En su delirio, dice tener terrenos y ranchos en todo el norte del país, lugar donde piensa terminar sus días.
“Aquí siempre nos trataron bien, pero no hay nada como la libertad y estar afuera. Nadie me ha venido a visitar, pero sí hablo con mi mamá, ya le dije que me perdonara por todo lo mal que me porté y ella dice que no hay problema. Le pregunto también cómo está, cómo están mi papá y mis hermanos”.
“A mi papá le pregunto si ya no toma, si ya no se pone violento y si, en lugar de eso, mejor ayuda a mi mamá para que ya no trabaje tanto. Les digo que me aguanten un poco más, en cuanto cruce la frontera me voy a poner chido y la voy a sacar de trabajar, lo único que quiero es estar con ellos”, comenta vagamente El Cholito, quien es conocido entre sus compañeros por sus grafitis y sus pinturas al óleo.