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Hace cuatro meses Gabriel intentó quitarse la vida, una voz en su celular fue quien lo tranquilizó, comenzó a platicar con él y le dió consejos para evitar lanzarse a los automóviles, aunque no conoce a la persona que le ayudó, le está agradecido.
Gabriel llegó hace más de dos años de Venezuela a la Ciudad de México, aunque venía de vacaciones recibió una oferta laboral con un buen salario y apoyo para nacionalizarse mexicano; sin embargo, con el paso del tiempo esta oferta cambió y el salario no era el mismo y los trámites para su estancia en el país se fueron complicando, situación que le fue generando inconformidad.
“Cuando yo llegué tenía muchas expectativas, hice muchas cosas para poder estar bien, pero ante estas situaciones en mi contra, de repente sientes que no tienes ayuda de nadie y que esa oportunidad no se va a dar”, explicó.
Sin familia, con pocos amigos y en un país diferente, Gabriel tenía pensamientos suicidas, le llegaban a la mente ideas de que si moría a nadie le afectaría, aunque tenía pequeños momentos felices, la mayoría del tiempo se sentía un “extranjero en su entorno”.
Tras cumplir dos años viviendo en la capital mexicana, Gabriel festejó con algunos de sus allegados, pero horas después le regresó la idea de que no era importante para ninguna persona.
El mes de mayo tuvo una idea suicida, recuerda que al tener una mala racha en su trabajo, perdió la noción del tiempo y de lo que estaba haciendo, se levantó de su escritorio, caminó al elevador con la decisión de salir y aventarse a los vehículos para ser arrollado.
Sin embargo, en un segundo de lucidez tomó su celular y llamó al número del Consejo Ciudadano y en los primeros tonos, una mujer le contestó, lo controló y gracias a ella “ahora estoy para contarlo”.
“No conozco al equipo que contesta las llamadas, pero es muy bueno, te hacen sentir que les interesas y no sólo que te ayudan porque es su trabajo”, relató.