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La banda de lenones que operaba en las inmediaciones de la Central de Abasto (Ceda) y que fue desmantelada por la procuraduría capitalina en 2013, recibió pena conjunta de apenas 51 años de prisión y, además, los seis imputados acumularon una multa conjunta de un millón 96 mil 710 pesos, esto a pesar que el delito de trata de personas es uno de los más sancionados en la Ciudad de México.

Según el Juez 48 Penal con sede en el Reclusorio Preventivo Norte, en base a las pruebas aportadas por la Procuraduría General de Justicia capitalina, Nayelly “N” fue sentenciada a tres años de prisión y multada con 68 mil 775 pesos; en tanto, Jorge Arturo “N”, Hugo Armando “N”, Rosalía “N” y Leodegario “N”, estarán presos once años y deberán pagar 230 mil 675 pesos cada uno; mientras que Miguel Ángel “N” recibió una sanción de cuatro años de cárcel y tendrá que realizar el pago de 105 mil 235 pesos.

Esta banda de tratantes fue detenida debido a diversas denuncias anónimas de las mujeres a quienes explotaban sexualmente y les daban una mínima cantidad de las ganancias, según el expediente 252/2013, todo el trabajo se llevaba a cabo en los andenes de la Ceda, de lunes a domingo, de 22:00 a 05:00 horas, al interior de vehículos estacionados en el lugar o en moteles cercanos, a donde eran desplazadas las mujeres en el taxi de Leodegario “N”, quien además les cobraba por el traslado.

Mientras tanto, Hugo Armando “N” y Miguel Ángel “N” las vigilaban y verificaban el número de clientes que tenía cada una. Por su parte, Jorge Arturo “N” tomaba el tiempo del servicio sexual a los clientes, finalmente, Nayelly “N” les alquilaba el lugar, así como una camioneta acondicionada con camas, y Rosalía “N” inducía a las víctimas a ejercer la prostitución.

Durante el operativo se rescataron a seis mujeres de entre las que destacaban dos menores de edad. Según las víctimas, fueron reclutadas en varios estados del país, principalmente de Puebla, Oaxaca y Guerrero por dos de las imputadas, quienes en primera instancia las convencieron de incursionar en el negocio.

A cambio les ofrecerían un sueldo y una vivienda para dormir; sin embargo, al pasar de los meses las promesas nunca llegaron y las mujeres fueron obligadas a pernoctar en los pasillos de la Ceda, en cajas de tráilers o donde pudieran siempre y cuando no salieran de la zona.

Las obligaban a drogarse con inhalantes para soportar las l jornadas laborales y de esta manera, evitar darles de comer, así vivieron más de seis meses, hasta que personal de la Central de Abasto denunció el abuso.

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