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“V enimos de un núcleo familiar sano, integrado, con familias felices y tenemos un amor para darle a un bebe y para hacer de alguien una persona de éxito, lo que él quiera hacer de grande, pero que sea feliz y que sea para bien”, comentó Leonardo Poblete, quien junto a su pareja Mauricio Camarena, recibieron a su bebé hace tres meses.
Desde 2012, la pareja comenzó el trámite para adoptar a un pequeño, aunque Leonardo tenía bloqueada la paternidad, por que hace algunos años no se pensaba en familias homoparentales, asegura.
“Yo tenía la paternidad bloqueada, porque cuando descubrí que era gay no se podía ni siquiera pensar en una unión legal de dos personas con el mismo sexo. Mau fue el que me dijo que quería ser papa así que buscamos la forma de serlo, justo en ese momento estaba en discusión y se aprobó la ley que nos dio la oportunidad de tener un hijo”, relató Leonardo.
El tramité lo comenzaron en 2012 y cumplieron con todos los requisitos como cualquier otra pareja o persona que, en lo individual, quiera ser un padre adoptivo, además se casaron en ese año. Sin embargo, fue hasta hace tres meses que les dieron a su pequeño, pues estaban en lista de espera, al no haber niños en adopción.
“El proceso realmente duró un año, no fue difícil, el problema es que tuvimos que esperar cuatro años porque no había niños para ser adoptados. Este programa fue lento, y por eso exhortamos a las autoridades para que agilicen los trámites para adoptar, porque hay muchos niños en los albergues, pero no están aptos para ser adoptados”, comentó Mauricio.
Como ellos, docenas de integrantes de la comunidad LGBTTTI han seguido el proceso para adoptar y han tenido la oportunidad de conformar una familia homoparental y este sábado se manifestaron en la edición 38 de la Marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual (LGBTTTI), que se llevó a cabo en la Ciudad de México.
Más de 80 mil personas desfilaron sobre la avenida Paseo de la Reforma hasta llegar a la explanada del Zócalo capitalino, con música, porras y alguna consigna exigiendo mayores derechos para su comunidad.
En tacones altos, vestidos de princesas, de algún personaje de caricatura, dioses aztecas e incluso algunos desnudos caminaron alrededor de cuatro horas hasta llegar al primer cuadro de la ciudad, donde un gran concierto los esperaba.
Camiones con diferentes temáticas hicieron bailar al contingente y a las personas que sólo veían pasar la marcha, los hombres bailando y repartiendo condones eran los más aplaudidos por los asistentes.
Una sorpresa para una de las asistentes se llevó a cabo antes de que iniciara la marcha, cuando una joven pidió el micrófono a los organizadores para hacer un anuncio y ante la mirada de los miles de personas se arrodilló y le pidió matrimonio a su pareja.
“Ante toda la comunidad quiero pedirle a la mujer que amo, qué si se casa conmigo”, dijo la joven, a lo que su pareja contestó que sí, sellando el pacto con un beso en la boca.
Pero en esta marcha no todo es miel sobre hojuelas, pues también se exige que el pertenecer a la comunidad LGBTTTI ya no sea significado de discriminación y agresión en el país pues, después de 38 años, aún hay casos de este tipo, como el de Diana, una mujer transgénero que fue violentada.
Ella trabaja en una estética en donde le pagan 700 pesos a la quincena y pepena latas de aluminio y botellas de pet. Padece violencia desde el hogar. Decidió dejar la casa, alejarse de la familia que no la acepta y de vecinos que la discriminan. Tanto así que los vecinos de sus padres le advirtieron que si volvía no sólo la iban a agredir, la iban a matar, relató Diana.
“Pude ser transgénero cuando murió mi padre, en ese momento empecé a estar estable. Cuando era hombre viví un infierno, siempre supe que mi cuerpo estaba equivocado, tenía miedo a las personas, huía de ellas, no podía conversar con ellas. Ahora como mujer trans ya puedo acercarme más a la gente”, refiere.
A pesar de los problemas que ha tenido, siempre asiste a la Marcha del Orgullo LGBTTTI y asegura que en ella ha encontrado a gente que considera su familia y que la acepta.