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El transporte público en la Ciudad de México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos para las mujeres, más de 65% de las que lo usan aseguran que en algún momento han sido víctimas de acoso sexual, pero no realizan la denuncia correspondiente debido a los malos protocolos.
Tan sólo en el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, se han registrado alrededor de 300 denuncias al año por este tipo de hechos, mientras que se han levantado 200 acusaciones en otro tipo de transportes; esto a pesar que desde 2008 el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) de la Ciudad de México implementó el programa Viajemos seguras, dónde se realizó la separación de sexos en ciertas zonas de las unidades e incluso en vehículos completos y a la par se fomentó la denuncia por estos actos.
Todos los días las mujeres sufren este tipo de acoso, pero algunas aseguran que a la hora de denunciar es la falta de tiempo lo que les impide seguir con el trámite. También que los procesos de justicia son lentos, engorrosos e, incluso, excluyentes.
El tipo de agresiones que sufren comúnmente las mujeres en el transporte público capitalino puede consistir en piropos obscenos, groserías, bromas y comentarios sexuales, también miradas lascivas y agresivas, pero las más denunciadas son mediante el roce y el contacto directo con alguna parte del cuerpo.
La mayoría de las agresiones sexuales de las cuales son víctimas las mujeres en el transporte público son tratadas como faltas administrativas, ya que según la Procuraduría General de Justicia capitalina, al no haber un contacto físico no se puede acreditar un hostigamiento o agresión sexual.
De acuerdo con Inmujeres, la falta de atención en las denuncias y la forma en que las autoridades manejan las agresiones sexuales ha provocado que cada vez menos mujeres quieran levantar una acusación.
Sólo por ir a la escuela. La mañana del lunes 4 de abril, Carolina entró a la estación del metro Zaragoza para ir a la escuela, al ser hora pico, los empujones para entrar a los vagones no cesaron, era común para la joven, pero ese día sintió un toqueteo extraño, un hombre de edad madura quería alzar su falda y tocar su cuerpo.
Con temor sólo se hizo a un lado; sin embargo, el sujeto la seguía, algunas personas se dieron cuenta de la situación, pues Carolina comenzó a llorar, pero nadie hizo nada, se hicieron de la “vista gorda”, dejaron que el hombre de alrededor de 50 años de edad la siguiera acosando.
Carolina tiene 15 años, estudia en el Centro de la Ciudad de México, y asegura que desde los 13, cuando ella sola comenzó a usar el transporte público, ha sido víctima constante de acoso.
“Siempre trato de subirme al vagón para mujeres, pero a veces por el tiempo no me queda de otra que meterme al normal, algunos me dicen que soy exagerada, pero se siente cuando se te quedan viendo como con morbo”, dice Carolina.
La joven procedente del municipio de Chalco, Estado de México, comenta que sólo una vez intentó denunciar ante las autoridades, pero el protocolo que siguieron los policías le dejó una mala experiencia que no quisiera volver a pasar.
“La única vez que denuncié fue cuando un hombre me enseñó su cosa. Iba en el metro y noté que se me quedaba viendo muy feo, como dicen, me quería desnudar con la mirada. Entonces intenté bajarme en la siguiente estación, pero el sujeto se me acercó y se me fue pegando poco a poco y cuando lo vi, tenía su pene afuera del pantalón”, recuerda Carolina.
Una mujer fue quien se dio cuenta de la situación y jaló la palanca; cuando llegaron a la siguiente estación el hombre intentó darse a la fuga, pero algunos lo lograron detener, mientras otros llamaban a los oficiales.
“Parece que la que hace mal es una, porque dudan de lo que dices, te hacen ver como la provocadora, uno de los policía me dijo que para qué estaba en el vagón de hombres si estaba vestida con esa ropa”, relata.
Afirma que siempre trae el uniforme escolar: falda azul marino, suéter del mismo color y blusa blanca. Además usa calcetas blancas y zapatos negros.
“Esa fue una de las excusas para que yo no denunciará, también me dijeron que si me había tocado o sólo me había enseñado su cosa, que si no me había tocado no era delito”, menciona.
Los oficiales asustaron a Carolina para no ir a denunciar, vas a perder el tiempo, tienes que llamar a tus papás, te vas a tener que ir en la misma patrulla que ese hombre, entre otras.
“Pues sí me dio miedo, hasta de lo que dijeran en mi casa, por eso mejor le dije a la chava que me ayudó, que ya me iba a la escuela y lo dejé pasar”, concluye Carolina.
¿Qué hacer? De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres de la Ciudad de México (Inmujeres), se es víctima de violencia sexual en el transporte público cuando se reciben acciones como tocamientos, palabras obscenas, insinuaciones sobre la apariencia o el cuerpo, acosos, agresiones, intimidación o amenazas con fines sexuales, exhibición de genitales, miradas lascivas, expresiones corporales o verbales ofensivas, persecución o que tomen fotos o video al cuerpo sin tu consentimiento.
Ante estas conductas, en caso de que se encuentren dentro de un vagón del Metro, la institución exhorta a activar la palanca de seguridad y auxiliarse con los policías. En otro transporte se puede pedir ayuda a los operadores.
Una vez que el oficial de seguridad controle al agresor, ambas partes serán trasladadas al módulo de Viajemos seguras para que se atienda el caso y se inicie la investigación.
En el módulo, recibirán apoyo por parte de una abogada del instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), que atenderá el caso y se encargará de asesorar jurídicamente a la afectada.
Posteriormente, si se decide iniciar el proceso de denuncia, la víctima será apoyada y orientada por algún representante de la Fiscalía Central de Investigación para Delitos Sexuales de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México.