Estado y religión
son dos elementos que, aunque queramos negarlo, están intrínsecamente ligados en el quehacer político de una nación , la relación entre estas dos instituciones adquiere mucha más relevancia al hablar de América Latina.
Durante el siglo XX Brasil y México eran los países el con mayor número de católicos a nivel mundial, este factor tuvo un rol tan importante como diferenciado en la historia política de cada uno. Mientras que en México la Iglesia católica encontró caminos para aliarse con el sistema, en Brasil fue uno de los actores fundamentales en el apoyo a los grupos de presión en contra de la dictadura militar.
El último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, publicado en 2010, mostró un cambio interesante, que sólo reforzaba lo evidente: los evangélicos iban ganando terreno a una velocidad de 0.7% anual. Cinco años después, uno de cada cinco brasileños se consideraba ex católico y 69% aseguraba que prefería el “estilo” de la nueva Iglesia.
La relevancia de estos datos, en el marco de los resultados de los comicios en la nación carioca, poco tiene que ver con actos de fe y mucho con cómo las iglesias evangélicas han adquirido mayor poder para incidir en políticas públicas y la intención de voto.
El estilo de los evangélicos brasileños, divididos en diversas iglesias, pero unidos por intereses en común, se caracteriza por crear discursos para conectar con los segmentos más vulnerables, ya sea al dar la impresión de ser más incluyentes, dar la asistencia que el estado no ofrece, contar con líderes carismáticos, poner sobre la mesa perdón garantizado (tanto en esta como en la otra vida) o la promesa de prosperidad y milagros.
Estos mensajes se han adaptado a la audiencia, los encuentras en televisión, radio, internet y eventos multitudinarios donde el testimonio de uno contagia a los demás. Lo más importante: garantizan su supervivencia económica pidiendo diezmos u ofrendas voluntarias a sus feligreses, y política ofreciendo este músculo de votantes al grupo o candidato con mayor posibilidad de ganar. Izquierda o derecha es lo de menos, la prioridad es cuidar su status quo, mientras abren la puerta para fijar agenda.
Podríamos decir que sus alianzas son “agnósticas”; en los comicios anteriores fueron aliados de Dilma Roussef, para después abandonarla y ser cruciales en el proceso de impeachment. Desde 2014 se especulaba que su objetivo era ocupar lugares cada vez más cercanos al poder ejecutivo, el actual apoyo a Bolsonaro puede pensarse como un paso más en esta estrategia.
Tanto las campañas mediáticas como las alianzas ya han rendido frutos. En 2017 Marcelo Crivella, ex obispo de la Iglesia Pentecostal del Reino de Dios, asumió la alcaldía de Río de Janeiro, después de haber sido senador, y no es el único pastor que ha apostado por cargos públicos para complementar el poder y la fortuna obtenidos en la esfera de la fe.
Hoy 29% de la población en Brasil se define evangelista, más de 40 millones de fieles, cifra nada despreciable al momento de empujar una agenda conservadora. Cuentan con una bancada evangélica en la Cámara (con 90 escaños), desaprueban los derechos obtenidos para la comunidad LGBTI, la despenalización del aborto y las iniciativas de equidad de género.
El crecimiento de feligreses evangélicos no es exclusivo de Brasil, con los mismos mecanismos han adquirido fuerza en países como Guatemala, Costa Rica, Colombia e incluso en Uruguay, donde también van buscando presencia política para fijar agenda.
¿Traerá Bolsonaro la oportunidad de oro para consolidar la unión entre decisiones de estado y una agenda neoconservadora con tintes religiosos? ¿Será Brasil el primer país de América del Sur donde el desencanto con la política y la corrupción prefiera sacrificar libertades ganadas? A la espera de la segunda vuelta, hay algo de lo que podemos estar seguros: la fe mueve votantes y está cambiando el panorama político de la región donde la balanza probablemente se incline más a la derecha de lo que imaginábamos.
Internacionalista dedicada
a la comunicación estratégica como
socia en Meraki México