Desde hace un par de días el Valle de Napa es el centro de mi universo. Redescubrir las distintas expresiones de California , uno de los polos productivos más dinámicos en términos de viticultura y enología, era uno de mis pendientes más urgentes. Esta semana, junto al Wine Institute of California y un grupo de colegas de oficio, vuelvo a explorar estas tierras.
California es relevante por múltiples razones: se trata del cuarto productor de vinos a nivel mundial, tan sólo detrás de Francia, España e Italia; aporta más del 85 por ciento del total del vino producido en los Estados Unidos; sus valles y costas albergan 2 mil 800 tipos de suelos diferentes, que imparten un carácter particular a las 110 variedades de Vitis vinífera que aquí se cultivan… Pero no es todo, esta región posee un valor superior y mucho más particular: su gente. La palabra clave, mi estimado lector, vuelve a ser México.
El domingo por la tarde aterricé en Ceja Vineyards , proyecto concebido por Amelia, Pedro, Armando y Martha Ceja . Esta bodega familiar es uno de los mejores ejemplos del papel que juegan los mexicanos en el amplio espectro vitivinícola local. Amelia llegó al Valle de Napa desde los Altos de Jalisco en 1967. Pedro, su esposo, migró desde Tierra Caliente, Michoacán, junto a su hermano Armando. El campo fue el punto de encuentro. Además de integrar la primera generación de viticultores mexicoamericanos en los Valles de Napa y Sonoma, esta familia logró convertirse en todo un referente del vino californiano.
Me platicaba Pedro que el primer viñedo se plantó en 1986, con uvas Pinot Noir. En 1989 Ceja incorporó la Chardonnay en un par de viñedos establecidos en Los Carneros y Sonoma County. Hoy, la familia trabaja en torno al Merlot, al Cabernet Sauvignon, al Syrah y la Sauvignon Blanc; sólo el 10 por ciento de las uvas cultivadas en Ceja Vineyards se destina a sus propias etiquetas, mientras que el 90 por ciento restante es la base para algunos de los más grandes exponentes de la región, entre ellos Paul Hobbs Wines . ¡Toma eso, Donald Trump!
¿Los vinos? Realmente sorprenden. De lo probado merece la pena mencionar el Chardonnay, plagado de fruta blanca madura y miel, con una fascinante cremosidad y gran viveza. El Sauvignon Blanc es “distinto”, en el mejor sentido de la palabra, con complejos matices cítricos y de hierbas aromáticas, a mi juicio una mezcla de epazote y menta confitada. Tome una hoja de menta, pásela por almíbar espeso y pruébela.
Terminemos con la mejor parte: la capacidad de estos caldos por hacer frente a la gastronomía mexicana. Es lógico, Amelia es una gran promotora de la cocina tradicional. Recomendación comprobada: elotes tiernos con queso Cotija y chile piquín con una copa de Ceja Napa Carneros Chardonnay . ¡Vaya joya!
—Carlos Borboa es periodista gastronómico, sommelier certificado y juez internacional de vinos y destilados.