Más Información
Jueces y magistrados acusan registros “inflados” en inscripción a elección judicial; exigen transparentar listas de aspirantes
Diputada del PAN plantea reforma para ampliar servicios de atención infantil; va por estrategia enfocada en Primera Infancia
Mauricio Kuri garantiza seguridad tras ataque a bar Los Cantaritos; niega que conflicto de otros estados se traslade a Querétaro
Rubén Rocha admite “encuentros” entre grupos criminales y autoridad en Sinaloa; “ahí va la seguridad en el estado”, dice
Marcha 25N: Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer; cierres y cortes viales, minuto a minuto
Conocer el Bajío es descubrir la historia del vino en México. Cuatro siglos de tradición vitivinícola, aunados a una atractiva oferta de bodegas y proyectos enológicos, hacen de esta región una parada obligada para cualquier fanático de los fermentados de uva. A lo largo de valles y llanuras, el Bajío permite explorar toda una diversidad de climas, varietales y expresiones de la vid. Más que una ruta aislada, la región alberga uno de los mayores circuitos del vino mexicano. “El Bajío es interesante, primero, por su gran diversidad climática. Altitudes de más de dos mil msnm, en algunas zonas, así como buenos regímenes de lluvia, derivan en vinos de buena acidez, excelente contenido alcohólico y gran expresión.
“Segundo, por su tradición histórica. Realmente, el Bajío es donde el vino se comenzó a consolidar hace siglos. Esta región vio nacer las primeras plantaciones de vid en México, lo que la hace un destino obligado,” señala Ramón Vélez, director comercial de Vega Manchón y ex director del Consejo Mexicano Vitivinícola. Pero la gran diversidad de etiquetas locales no es todo. La zona vitivinícola también alberga proyectos enoturísticos y una envidiable propuesta gastronómica. “Definitivamente esta es una región para descubrir, para recorrer a pie y perderse entre viñedos, casonas históricas, museos y restaurantes.”
GUANAJUATO
Cada vez son más los proyectos vitivinícolas que surgen en todo el estado.
En San Miguel de Allende, Comonfort, San Felipe Torres Mochas e incluso Guanajuato Capital es posible visitar viñedos y pequeñas bodegas.
Algo maravilloso es que muchos proyectos se encuentran en plantación o primeras cosechas, lo que permite conocer las fases más tempranas del proceso vitivinícola. Paradas obligadas son el Museo del Vino, en Dolores Hidalgo; Caminos D’Vinos en Guanajuato, y Cuna de Tierra, la vinícola más representativa de todo el estado.
Con previa cita es posible recorrer las modernas instalaciones de Cuna de Tierra, así como participar en armonizaciones de vinos con quesos y embutidos locales o agendar comidas con enfoque a los productos locales dentro de la vinícola.
AGUASCALIENTES
Más que una visita rápida, Aguascalientes merece toda una exploración. La región posee una larga tradición vitivinícola; se dice que a finales del siglo XVI existían más de cien mil parras a lo largo de todo el estado. A pesar de que gran parte del viñedo local se destina a uso alimentario o industrial, existe una buena proporción de plantaciones dedicadas a la producción de vino. Con varietales como Cabernet Sauvignon, Merlot e incluso Nebbiolo, algunos viticultores están capturando la atención de los consumidores.
Es el caso de Santa Elena, fundada en 2006, esta bodega es la mayor referencia en el estado. El terruño semidesértico de la vinícola da origen a tintos de Malbec, Tempranillo, Syrah y Nebbiolo de gran expresión. La vinícola es un claro ejemplo de cómo tradición y tecnología pueden unirse para dar vida a grandes fermentados.
QUERÉTARO
Desde la Ciudad de México, es la primera parada para descubrir los vinos del Bajío. Pero no todos son espumosos, ¡no! Hoy Querétaro también da de qué hablar con sus rosados, blancos y tintos tranquilos.
Una de las propuestas más novedosas es la bodega San Juanito, ubicada en el Valle de Bernal, municipio de Ezequiel Montes. Con 11 hectáreas de viñedo, la vinícola trabaja con un enfoque hacia las variedades Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon y Tinta de Bernal. Los Malbec de San Juanito son auténticas joyas, capaces de sorprender a propios y extraños con su frutalidad y amplitud.
La bodega recibe visitantes con previa cita. Cualquier mañana de sábado es perfecta para pasear por sus viñedos y sala de barricas; los recorridos son personalizados y guiados, generalmente, por los propios viticultores. En el camino también se puede parar en clásicos como Finca Sala Vivé by Freixenet o La Redonda.