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Para quienes recorremos diariamente los caminos del vino, premios y calificaciones representan un punto de debate. Hay quienes glorifican concursos y medallas, particularmente si se trata de ejercicios internacionales, y otros que cuestionan los criterios bajo los cuales se puede decir que un vino es mejor.
Si bien concursos, puntajes y clasificaciones no representan una verdad absoluta, es posible hallar en ellos indicadores que hablan de la calidad de algunos caldos. Para mí, alguien que asegura que el mejor vino es aquel que hace vibrar el paladar de quien lo bebe, significan una guía de valor para el consumidor final.
Traigo a colación el tema porque la semana pasada se realizó en el Palacio de Bellas Artes la ceremonia de entrega de medallas a los vinos mexicanos ganadores del Concours Mondial de Bruxelles 2017. Desde la primera edición del campeonato mundial, hace 24 años, los mexicanos han venido aumentando su participación y buenos resultados. Este año, la industria nacional se apuntó 18 distinciones.
Hubo seis medallas de oro: Santo Tomás Solera Blanco y Duetto 2011, del Valle de Santo Tomás; Casta Tinta Syrah 2014, del Valle de Guadalupe; Hilo Negro Zigzag 2014, de Ensenada, y los Casa Grande Chardonnay y Casa Madero Chardonnay 2016, del Valle de Parras.
Las medallas restantes fueron entregadas a etiquetas de las bodegas Cuna de Tierra, en Guanajuato; Tierra Adentro, en Zacatecas; Casta de Vinos, Monte Xanic y L.A. Cetto, en Baja California, y Casa Madero.
“Carlos, ¿se trata de los mejores vinos de México?” ¡No! Nunca me atrevería a decir eso. Lo que busco destacar es que, más allá de ser mejores, estos 18 caldos reflejan el buen momento que vive la industria vinícola nacional. Además de Baja California, cuyos caldos poseen una calidad comprobada desde hace años, hoy es posible ver galardones para ejemplares de Guanajuato, Zacatecas, Querétaro, Chihuahua… Los buenos resultados son constantes y compartidos entre las diferentes expresiones nacionales. Eso, mi querido lector, es realmente digno de aplaudir.
Platicaba con Ramón Vélez, de Cuna de Tierra, bodega que también acaba de recibir dos oros en la última edición de Citadelles du Vin, competición celebrada en Burdeos del 10 al 12 de junio, por sus Cuna de Tierra 2014 y Cuna de Tierra Nebbiolo 2014. Ramón me decía que, además de generar un profundo sentido de orgullo nacional, los premios son indicadores que fortalecen la confianza de los consumidores. Sí, una guía.
Voy a concluir apuntando a lo que creo que determina la grandeza de un vino, más allá de fama, precio o galardones: es coherencia entre resultado e intención, elegancia a la par de armonía, expresividad y equilibrio. ¿Estos mexicanos ganadores lo tienen? Lo invito a probarlos y darme sus comentarios.