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Semana de lluvias en el centro del país, algunas incluso de récord; leía una nota por ahí que explicaba cómo el chubasco (dígase tormenta) del lunes logró ubicarse entre los más intensos de los últimos 17 años. Pero no hablemos de inundaciones ni empapadas, sino de esas etiquetas que quedan como anillo al dedo en la temporada.
Siempre he dicho que la llegada de las lluvias es señal inequívoca para empezar a entrarle a ciertos fermentados. ¿Ejemplos? Personalmente, encuentro gran fascinación en una tarde de aguacero y una botella de Amarone.
Aterciopelado, alcohólico y complejo, el Amarone es uno de esos grandes exponentes de la vitivinicultura del Viejo Mundo que apapachan con su calidez. Alguna vez alguien me dijo que, junto a los vinos de Barolo, Taurasi y Brunello di Montalcino, el Amarone es uno de los pilares de la enología clásica italiana. ¡Vaya que lo es!
Originario de la Valpolicella, en la provincia de Verona, el Amarone es un vino tinto elaborado a partir de uvas pasificadas, prensadas y fermentadas por completo hasta obtener un jugo generoso, seco y de gran amplitud gustativa.
Protegido con Denominación de Origen Controlada (DOC) desde 1968, debe elaborase con uvas Corvina, principalmente, y porcentajes de varietales como Rondinella, Molinara… Después de la vendimia las uvas se someten un proceso de appassimento o pasificado. Al perder agua, los frutos concentran azúcares, pierden acidez y forman toda una gama de aromas. El resultado: un vino en perfecto equilibrio, fácil de beber, con un buen contenido de alcohol (mínimo 15 por ciento), aterciopelado y dócil.
Imagine usted aderezar los matices de lluvia con aromas de mermelada de castaña, especias, frutos secos y fruta negra que caracterizan a este tipo de vinos. Sí, se antoja.
“Oye Carlos, ¿qué tan accesibles son estos vinos?” Pregunta complicada, mi querido lector. Son vinos costosos, dedicados a degustarse en momentos especiales. Aunque muchos ejemplares pueden superar los dos mil pesos, también es posible hallar etiquetas por debajo de los 800 pesos. ¿Valen la pena? ¡Sí! Definitivamente. No hay que perder de vista que el Amarone se produce a partir de un método muy particular, que lo diferencia notablemente. Vale la pena mencionar que, gracias a su corpulencia y complejidad estructural, el Amarone tiene la capacidad de envejecer por 10 o 15 años. Alguna vez, junto a colegas de juerga, tuve la oportunidad de probar un ejemplar con 20 años de fondo, debo decir que fue una experiencia sublime.
¡Maridaje!, ¡maridaje! Además de una buena compañía, para no mojarse solo, el Amarone armoniza bien con carnes rojas, embutidos grasos, quesos maduros de buena intensidad y caza. Ahora que, si lo que quiere es vivir una experiencia sensorial progresiva, la recomendación es beberlo solo, pausadamente, durante una larga larga sobremesa.
—Carlos Borboa es periodista gastronómico, sommelier certificado y juez internacional de vinos y destilados.