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La sal, condimento tan apreciado en la cocina, es fuente de muchas supersticiones. En algunas culturas se cree que el derramarla es un mal augurio. Por ejemplo, los sumerios, egipcios, asirios y, más tarde, griegos, acostumbraban a tomar un poco de la misma y echarla por encima del hombro izquierdo, cuando la tiraban por error.
En la tradición china es considerada un símbolo de la buena suerte y es el mejor elemento para ahuyentar a los fantasmas.
En Japón se rocía con este ingrediente el escenario del teatro antes de comenzar la actuación para evitar las malas acciones de los espíritus.
De la misma forma, los judíos y los musulmanes creen que ésta los protege del ojo del diablo.
En algunas culturas se dice que no debe faltar, porque "mientras haya sal, el dinero no falta".
Sustituto del dinero
Los romanos pagaban a los funcionarios públicos con sal, la que recibía el nombre de salarium. De esta costumbre se desprende la superstición de que para asegurar la prosperidad, lo primero que debe entrar en una casa nueva, o un negocio es este alimento.
Existen mitos diversos que aseguran que este ingrediente al derramarlo, regalarlo, o pasarlo de mano a mano mientras se come es de mala suerte. Aludiendo al refrán que dice "Si se vierte en vino, es buen signo; derramar la sal, es mala señal".
También muchos hemos usado la expresión "estar salado" que significa tener mal augurio.
En la antigüedad, la sal se ponía en las esquinas de las cuadras para proteger al ganado de enfermedades o se realizaba un círculo en torno a alguien para protegerlo del demonio.
Como amuleto se utilizaba alrededor de aquel que deseaba protegerse contra el diablo. Esta circunferencia era llamada "círculo mágico".
Finalmente, era costumbre echarla al fuego cuando entraba en casa una persona sospechosa de dedicarse a la hechicería. También, se evitaban las visitas de alguien indeseable echando sal donde había estado, recogiéndola y quemándola después.