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Escribo desde Veracruz. Hace seis años que no pisaba la tierra de mi padre. Esta semana, con el pretexto de dar una clase, decidí lanzarme al reencuentro.
Confieso que el tema de la inseguridad, comprobado personalmente hace algún tiempo y magnificado por todo lo que se lee, me había mantenido lejos. Hoy, sentado en el legendario Malecón, sitio constante en mis recuerdos de la infancia, me atrevo a decir que en el puerto jarocho se respiran nuevos aires. Tal vez sea momento de retomar esta relación.
Pero vayamos a lo nuestro. Le platicaba que vine a impartir una lección de vinos de Nueva Zelanda a un grupo de jóvenes sommeliers veracruzanos; la respuesta fue tanto inesperada como sorprendente. “Carlos, ¡nunca pensé que esta región fuera tan interesante!”, confesaba una alumna al concluir la sesión. Sí, querido lector, se trata de un polo productivo al que vale la pena prestar atención.
Realmente, la historia vitivinícola neozelandesa es muy reciente. A pesar de que las primeras plantaciones de vitis vinífera apuntan a inicios del siglo XIX no fue hasta la década de los ochenta que la elaboración de vinos con cepas europeas (a gran escala, claro está) sucedió en Nueva Zelanda. La fama internacional de la Sauvignon Blanc y la Pinot Noir, sus más grandes íconos, ocurrió en los noventa. En menos de 40 años, la región logró instalarse en lo más alto de la industria vitivinícola internacional. ¿La clave? Un enfoque a la producción de vinos Ligeros, Frutales, Diversos.
Hablemos de lo que se produce y, más importante aún, de lo que llega a México. Vamos primero con la Pinot Noir, bien diferenciada del resto del mundo. Los neozelandeses la presumen como fragante y repleta de notas especiadas, con taninos firmes y buena estructura. Pero no es todo. Este varietal logra expresarse de una forma complejísima según su zona de procedencia. En Wairarapa, en la Isla Norte, por ejemplo, deriva en aromas de frutos negros, con notas de ciruela y chocolate, y taninos finos. En Canterbury, en la Isla Sur, adopta un carácter de frutos rojos, con ligeros acentos de especias y buena acidez.
Vamos con la Sauvignon Blanc, la joya de la vitivinicultura local. Es absurdo afirmar que todos los Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda poseen aromas punzantes de pimiento verde, de frutas tropicales, herbáceos y cítricos. Lo digo atendiendo a esos “conocedores” que tienden a generalizar. En verdad, las expresiones de esta uva están bien diferenciadas entre norte y sur. En los territorios más australes, de frío intenso, los fermentados desarrollan gran acidez, notas de frutas tropicales bien definidas y un inigualable carácter herbáceo. En el norte, zona de clima más cálido, podemos hallar perfiles claros de melón, nectarina, durazno, mango y otras frutas de hueso.
En México la oferta es mínima, de apenas 10 ejemplares. ¿Qué probar? Sileni States, Cloudy Bay, Kim Crawford, Man O’War, Grove Mill, Matua…