También conocida como maracuyá, se trata de una fruta producto de una enredadera llamada pasionaria que encontramos en centro y sudamérica. Es un alimento caribeño que nos regala además de este dulce producto, una flor muy característica, pues sus pétalos son blancos con una forma a la cual los colonizadores católicos en su tiempo relacionaron con la corona de espinas de cristo y sus tonalidades púrpuras, guindas y moradas se atribuyen a los colores propios de la semana santa en donde las iglesias se visten de este color.
Esta es la fruta que se come a sorbos, al partir su cáscara semidura nos espera una pulpa color amarilla de textura gelatinosa de gusto ácido y fresco. La maracuyá deriva de la palabra amazónica maraú-ya que la cual proviene de otro fruto llamado marahu que a su vez deriva de ma-râ-ú (cosa que se come de un sorbo), esto derivó en lo que hoy conocemos como maracujá en portugués y maracuyá en español.
De acuerdo a Gerencia Regional Agraria La Libertad, la maracuyá es un fruto es originario de la zona amazónica de Brasil, dando el salto a Australia y luego a Hawai en 1923. Actualmente se cultiva en Australia, Nueva Guinea, Sri Lanka, Sud-África, India, Taiwán, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia.
En México la siembra de la fruta de la pasión comenzó en la década de los 90, dentro de un sistema de traspatio en Puebla y Veracruz para después extenderse por Michoacán y Colima. Podemos encontrarla en los mercados locales fresca, pero también en bandejas de pulpa como en La Merced, en jugos, mermeladas artesanales, vinos, licores y cáscara en almíbar.
Con maracuyá se pueden elaborar muchas cosas, desde agua fresca, una mousse con frambuesa, macarrones, y rellenos d epastel con mermelada de esta fruta y crema batida.