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Es innegable que la ciudad de México cada día se consolida como un epicentro gastronómico de nivel mundial con un rango amplísimo: desde comida de banqueta hasta grandes restaurantes de fine dining. En este último aspecto, restaurantes emblemáticos de larga trayectoria que se han expandido a las ciudades más cosmopolitas han escogido a la capital mexicana para llevar su cocina a nuevas fronteras. Desde el año pasado Cipriani (Av. Presidente Masaryk 211, col. Polanco) llegó a CDMX y en unos meses se ha sabido ganar un lugar en el panorama restaurantero de esta zona tan ecléctica y que se renueva constantemente.
El menú se ha hecho famoso gracias a que está cimentado en la tradición italiana de simplicidad en los platos y una calidad impecable en los ingredientes. El emplatado y el servicio de los platillos te remite a preparaciones ancladas en la época dorada de grandes salones; son de cierta manera, atemporales, y en suma, llenos de un clasicismo que sin duda es su mejor carta.
Para que te vayas sintiendo a gusto pide una ronda de su trago emblemático, el Bellini: una mezcla de prosecco y puré de durazno. Se trata de un coctel sencillo y hermoso que, desde su invención a finales de la década de los cuarenta, ha sido el favorito de personajes famosos.
Luego, te recomendamos que pruebes su carpaccio de res que presentan un corte finísimo; otra opción ineludible: la pappa al pomodoro que es un plato balanceado en la acidez y el dulzor del jitomate, todo sazonado con queso, aceite de oliva y acompañado de piezas de pan.
En el tema de las pastas las porciones son para compartir. El tagliardi verdi pasticciati con ragú de ternera te conquistará porque ya en la mesa podrás disfrutar de una bella lluvia de queso parmesano, cortesía de los amables meseros, que inundará la ocasión con todo su aroma. Otras opciones igualmente buenas: la berenjena alla Parmigiana o el rigatoni alla Bolognese.
En el tema de los postres este lugar es bien consentidor. Preparan un helado de vainilla a la minute, es decir, al momento, que le quita toda la culpa al helado porque simplemente es perfecto. Una textura tersa, balanceado en dulzor. Un gran logro de repostería. El tiramisú y un pastel de chocolate tampoco te defraudarán.