Pensando en escribir esta nota, soñé con una aplicación similar a Tinder pero con cerveza. Cada estilo, güera, morena o pelirroja -y todos los matices entre cada una de éstas- se tomarían una selfie donde se antojaran bien frías y espumosas; listarían sus cualidades, sus aromas y podrías ver en qué lugares son más populares. Del otro lado, un platillo estaría deslizando su dedo entre una y otra para encontrar a su perfect match. (¡Esperen! Creo que alguien más ya pensó en eso busquen aplicaciones como Cervecear o BeerCloud.) Desde hace unos años la cerveza ha dejado de ser una bebida sin importancia.

En México, si acaso por la presencia de grandes grupos cerveceros que se abocaron a elaborar un sólo estilo de cerveza, ésta fue relegada durante muchas décadas como una bebida de las clases trabajadoras y la mayoría de la población no tenía acceso a la gran variedad de cervezas que existen. Tal vez, si nos hubiésemos quedado únicamente con la cerveza lager, buscar opciones de maridaje sería una empresa relativamente sencilla, pues nos acotaríamos a una sola opción. Actualmente, existen numerosos proyectos cerveceros de micro y mediano alcance que elaboran cervezas con matices y una personalidad propia, por lo que buscar esa pareja ideal es toda una aventura y ¡enhorabuena!, pues ¿a quién no le gusta probar y probar diferentes combinaciones?

Ese amigo íntimo

Hablar de maridaje es hablar de experimentación y de subjetividad. No hay reglas, excepto el gusto personal. En teoría, el maridaje apunta a una unión ideal y armónica que potencializará los sabores tanto del platillo como de la bebida. A grandes rasgos, el maridaje busca, en primer lugar, que los saobres de la bebida -vino, destilado o cervezano sobresalgan a los que se encuentran en la comida y viceversa. En segundo lugar, el objetivo de maridar es hallar un punto de equilibrio: tal vez la cerveza es muy amarga y un bocado de chocolate ayudará a neutralizar las sensaciones en el paladar. Finalmente, un buen maridaje también se basará en contraste de notas gustativas. Recuerda la regla básica de atracción: los polos opuestos se atraen. De ahí que existan combinaciones que se pueden pensar como “infalibles”, como lo agrio/dulce o salado/dulce. Aquí, ninguna nota resaltará sobre otra sino que, en la pugna que se gesta en cada bocado, se llega a un glorioso empate, ese momento cuando en el paladar todo comienza a tener sentido.

Déjate llevar

Tal vez tengas ya un estilo de cerveza que es tu preferido: pruébalo en diferentes marcas, tanto nacionales como internacionales, y aprecia las sutilezas que cada productor le confiere a su etiqueta. Ahora, elige tu cerveza favorita y comienza a probarla con diferentes estilos de comida: picante, agridulce, salada o postres, y comenzarás a apreciar qué rango de sabores la acompaña mejor. Se dice que la cerveza estilo lager combina con escabeches, tanto de carne como de pescados y mariscos, pues el ácido del vinagre encuentra un punto de equilibrio en la textura carbonatada y en el amargor de la cerveza.

Por otro lado, las salsas y preparaciones elaboradas con jitomate son una buena opción para comenzar el laboratorio experimental. De nuevo, la acidez es la nota de encuentro entre comida y bebida. ¿Tienes una debilidad por la pizza acompañada de cerveza? ¡Tu paladar sabe lo que le gusta! Prueba una etiqueta de amber ale con una tapa de pan tomate o con una pasta pomodoro. La mostaza, las preparaciones ácidas y agresivas como el sauerkraut, vinagretas y verduras encurtidas son sabores que van muy bien con diferentes cervezas, como la stout, la porter o la pilsner.

De igual forma, los platos picantes y especiados funcionarán como contrapunto ante la sensación de “dolor” que causa la caipaicina en el paladar. Asimismo, el sabor ahumado de los embutidos -piensa en el chorizo, el pastrami y las salchichas alemanas- combinan con cervezas lupulosas tipo ale y pilsen, debido a su amargor. Encontrar la pareja perfecta requiere de tiempo y empeño, pero la recompensa es grande.

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