¡Noche de Grito de Independencia! Noche de recuerdo, de celebración y, más importante aún, de reflexión. Para mí, una de esas noches en las que compartir la mesa es máxima absoluta (“Sólo hay una máxima absoluta y es que no hay nada absoluto”, dice Auguste Comte).
En el bajo mundo del vino, donde algunos preferimos refugiarnos, también es una noche para dar rienda suelta a la imaginación. Sí, vuelvo a confesar que no hay mayor placer que combinar sofisticadas y preciosas etiquetas con garnachas, frituras de maíz, caldos, tacos, tostadas, buñuelos y demás íconos de la mesa septembrina.
“¿Maridaje mexicano? Acompañar antojitos y platillos populares con vino es, en realidad, un ejercicio absurdo”, me escribió hace poco un auto proclamado “crítico culinario”, de esos que sólo reconocen el matrimonio entre foie gras y Sauternes. Lo reto a no tener un orgasmo gustativo mezclando un pozolito blanco con una copa de Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, comprobada recomendación del sommelier Mauricio Jiménez, uno de mis consultores de cabecera. 
Dejemos de lado opiniones, creencias, posturas personales… Sí, sin lugar a dudas, el vino y los espirituosos tienen cabida en el menú patrio. Qué me dice usted, informado lector, ¿a poco no se le hace agua la boca con sólo pensar en una tostada de tinga de pollo con un buen Sauvignon Blanc bajacaliforniano? Imposible, diría yo, pensar en una tlayuda de tasajo sin su mezcal blanco –póngale un Punta Real Tepestate (Tepextate, Tepeztate) o el espadín 16 años de Lluvia de Maguey–. Para quitarle de dudas, de una vez por todas, me di a la tarea de consultar con algunos colegas para integrar un pequeño compendio de combinaciones para la noche. “Tostadas varias, tacos de pollo, sopecitos y quesadillas de papa con vinos blancos de acidez marcada”, dice René Rentería, a mí juicio uno de los pocos auténticos especialistas del arte del maridaje. ¿Opciones?, si quiere recordar a la Madre Patria intente con el Rias Baixas Pazo de San Mauro, un albariño perfecto para abrir como aperitivo pero capaz de exaltar toda su velada garnachera; ahora que, si lo que busca es festejar en son nacionalista, échele un ojo al Villa Montefiori Chardonnay, del Valle de Guadalupe.
“Carlos, esta noche es de fiesta, ¿por qué no propones algo más elevado?”. ¡Ah!, ya nos vamos entendiendo. Si va a tener pozoliza “de a deveras” (como dicen en mi pueblo), de caldo con cabeza y guajillo, la opción es una champaña seca. Dice Marcos Flores, entrañable amigo garnachero, que sólo el espumoso es capaz de hacerle frente a la causticidad y picor del guiso de maíz. Inténtelo y dígame qué tal le fue.

Maridaje patrio
Maridaje patrio


ROSATO DE MONTEFIORI
Sangiovese

$304 En Vid Mexicana
Zona de producción: Valle de Guadalupe, Baja California, México.
Vista: rosa salmón, limpio y brillante.
Nariz:  aroma frutal intenso, con destacadas notas de fresas, frambuesas, arándanos y flor de jamaica.
Boca: vino armónico y vibrante, con fina acidez, prolongado retrogusto y gran impacto gustativo.

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