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Hace cuatro siglos el café llegó a Europa y casi de manera inmediata se fundaron “las casas de café” o cafeterías que pronto se convirtieron en punto de reunión. Los años treinta, por ejemplo, son fieles testigos de la apertura de cafés que hoy en día son emblemáticos gracias a que en ellos se desarrolló gran parte de la vida cultural de nuestro país. El Café América, el Lady Baltimore, el Principal, La Flor de México, el Café París y el Olas Altas, además del Café de Tacuba, podrían decirnos mucho acerca del intercambio de ideas entre intelectuales consagrados y en ciernes.

El Centro Histórico fue la sede de la mayoría de dichos cafés que, a pesar de ser espacios públicos, recibieron a pensadores, artistas, científicos y políticos, siguiendo el ejemplo de los Estridentistas, que en los años veinte se reunían en el Café Europa, rebautizado por Arqueles Vela, escritor y colaborador de El Universal Ilustrado, como el Café de Nadie.


En las mesas del Café París, fundado en 1934 y ubicado primero en la calle Gante y después en Cinco de Mayo, se reunieron los “Barandales”: Rafael López Malo, Arnulfo Martínez Lavalle, Salvador Toscano y Octavio Paz, entonces estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria Número 1 para acordar el contenido de su efímera revista literaria Barandal.


También en el París, Octavio G. Barreda prácticamente instaló la oficina de la emblemática revista Letras de México. Allí organizó su contenido, revisó y corrigió pruebas, consiguió los fondos para poder realizar la publicación y se reunió con Agustín Yáñez, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Samuel Ramos, algunos de sus colaboradores que por amor a las letras escribieron por algún tiempo sin remuneración alguna.


Un cortado, un espresso o un americano, fueron pretexto de reunión de Diego Rivera, Frida Kahlo, André Bretón, Remedios Varo, José Revueltas, Pablo Neruda, León Felipe, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rodolfo Usigli, Alí Chumacero, Salvador Novo, Lupe Marín, Nelly Campobello y José Luis Martínez quien llamó al Café París, el ateneo de todas las ideas.


Mención aparte merecen los emigrantes españoles, quienes encontraron en los cafés que seguían el estilo madrileño o barcelonés una extensión de su patria. Fueron notorios los cafés del exilio español como el Barcelona, el Papagayo, el Latino, el Orfeó Català, el Campoamor y el legendario Tupinamba, ubicado en la calle de Bolívar, que contó entre sus clientes a artistas, literatos, políticos y toreros que pedían un “tupi”, como sinónimo de café. Además del café, los visitantes disfrutaban del servicio de croquetas, butifarra, paella, arroz negro y fabada, además de selectos vinos españoles.


En los años treinta, el grueso de los citadinos acostumbraba comprar café a granel y prepararlo en casa. Para ello, el sitio indicado ha sido desde entonces el Café Equis, ubicado entre las calles Roldán y Venustiano Carranza, y que fue atendido por don Gaspar González, avecindado en nuestro país a causa de la Guerra Civil Española, 75 de sus 97 años de vida.


Numeralia
1928
llegó el café a Uruapan, Michoacán, gracias a don Manuel Farías, quien lo plantó en su casa, Portal del Norte.

1934
se fundó el café Parías, ubicado primero en la calle de Gante y después en Cinco de Mayo.
XIX
en este siglo se abrieron muchas cafeterías, como El Cazador, La Gran Sociedad y el Café Colón.

DOS
pesos costaba una taza de café en el Café Antiguo.

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