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"El auge del mezcal logró que en muchos pueblos disminuyera la migración hacia Estados Unidos, como en el caso de Matatlán, al que muchos reconocen como la capital mundial de esta bebida. Sin embargo las cosas no son tan satisfactorias como las pintan; hay comunidades que han tenido beneficios, pero son muchas más las que siguen amoladas. Otros llegaron al negocio del mezcal y lograron éxito sin pensar en el apoyo a la gente y la preservación de nuestros campos. Nosotros hemos pasado dificultades, pero entendemos que no podemos esperar triunfos sin pensar en nuestras familias y en nuestra tierra", dice Gonzalo Martínez Sernas, de Mezcales El Sabino, una empresa familiar con años 60 de historia.
Gonzalo se precia de ser directo, de hablar siempre con la verdad y dejar las cosas en claro, sea con las autoridades, con otros productores, con su misma gente. "Claro que puedes hacerte rico, recibir dinero rápido levantando agaves sin la menor conciencia de la preservación de las especies. Es una ruta que sabemos que existe y que algunos toman, pero sabemos que ésa no es la solución. Nosotros optamos por desarrollar proyectos pequeños y estamos conscientes del alto valor que representa el producto final, que cada botella nos brinda la oportunidad de reinvertir. La producción de mezcales con agaves silvestres como jabalí y coyote es costosa; sobre todo pensando que, para producir un litro, necesitamos alrededor de 100 kilos de agave. No todo es comercio justo: por ello es importante valorar el trabajo y buscar oportunidades en mercados internacionales, donde podemos posicionarnos con precios entre 200-300 USD para seguir avanzando como empresas sustentables," apunta Martínez Sernas.
La historia de su familia en el ámbito de los mezcales se remonta a muchas décadas atrás, a la época en la que se solía fermentar en tinas hechas sobre la misma roca de los alrededores de Matatlán. Macurichos, una de sus marcas emblemáticas, está hecho con variedades silvestres como papalome, tepestate y coyote salvaje, o en ensambles magistrales como coyote, jabalí y madrecuishe, que se reconocen por la etiqueta con la imagen de un caballo con un jinete dormido, que recuerda los tiempos cuando su abuelo salía al campo.
Dinero rápido
Martínez Sernas reconoce que en el camino se ha encontrado con buenos amigos que le han ayudado a promover y comercializar sus mezcales, que también incluye las marcas Libertador y Tempestad. Algunas de sus producciones todavía se realizan en el tradicional método de olla de barro y en algunos casos de no más de 30 botellas: joyas para amantes de los mezcales de variedades silvestres.
"El productor es el de aquel que ama su tierra, que tiene arraigo y pertenencia al lugar. Yo no cato mezcales, aprecio todo lo que hay detrás de ellos: la historia de la gente, el trabajo de una comunidad, su valor; la esencia del campo y todo lo que representa. Queremos ser una de las mejores marcas y nos enorgullece el reconocimiento. Deseamos que a través de ello la cultura siga viva, manteniendo aquello que nos une a la tierra", expresa Gonzalo.