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Si alguien le pide a Martiniano Molina que resuma su carrera laboral, él podría hacerlo en tres palabras que nada tienen que ver entre sí: handball, cocina y política.
Él es Martiniano Molina, ex deportista profesional, cocinero mediático y hoy precandidato a intendente de Quilmes por Pro. "Mucha gente dice que estoy totalmente loco" , dijo Molina.
Con 42 años, una hija de 12 y otra de tres meses, el chef está convencido de que éste es el momento de dar un paso más en su búsqueda personal por ayudar al otro y trabajar para cambiar "las realidades duras que se ven todos los días a lo largo y ancho de Argentina".
Por eso, hace unos años se alejó de las cámaras, construyó una vivienda sencilla en la ribera del Río de la Plata y comenzó a dedicar gran parte de su tiempo a una escuela Waldorf -que él ayudó a construir- y al trabajo solidario.
Hijo de Jorge Molina, ex presidente del Concejo Deliberante de Quilmes, aliado del Frente para la Victoria (FPV) , y de una farmacéutica, bioquímica y homeópata, Martiniano contó que durante años recibió propuestas de varios espacios para entrar a la política.
"Me decían que hablaba más como un político que como un cocinero, pero siempre hablé de esta manera" , dijo, con su voz característica que parece al borde de la disfonía.
Antes de su primer contacto con Pro, de la mano de la precandidata a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, Molina había pensado varias veces en abandonar el país, pero su "observación empática", como él la llama, lo obligó a quedarse.
Con un discurso que parece haber sido repetido decenas de veces frente al espejo, Molina no dejó pasar ni cinco minutos antes de insistir con ímpetu en sus ideas de una realidad "más inclusiva, libre y respetuosa".
Sin embargo, afirmó no tener aspiraciones políticas para su futuro a más largo plazo. "Nunca lo pensé ni me interesa. Tengo que ayudar a Quilmes a cambiar y no sé cuánto tiempo nos puede llevar" , afirmó.