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Como cualquier actor del sistema internacional, los organismos interestatales evolucionan y requieren adaptarse a los constantes cambios que se producen en el escenario global. La Organización de los Estados Americanos (OEA) no es la excepción a esta regla. Fundada en 1948, en Bogotá, la OEA cumplió oficialmente 70 años el año pasado, en una historia llena de claroscuros y en un momento histórico que seguramente marcará el futuro de la Organización.
El 49º Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la OEA se enmarca en una coyuntura internacional compleja, en la que los principios y valores que han regido la convivencia internacional desde el surgimiento del sistema multilateral actual son cuestionados y se ven puestos a prueba, particularmente nuestra capacidad para enfrentar unidos los retos del Siglo XXI.
México ha sido un defensor del multilateralismo desde el surgimiento del mismo pues estamos convencidos de que esa es la mejor vía para hacer frente a aquellos desafíos que no pueden intentar atenderse de manera unilateral. Ante posiciones aislacionistas, México reitera que, hoy más que nunca, es necesario valorar, preservar y fortalecer las instituciones regionales y globales que hemos construido durante las últimas décadas.
Si bien es cierto que en el hemisferio históricamente han coexistido distintos modelos políticos y económicos, diferentes opiniones sobre los caminos a seguir y distintas maneras de concebir el futuro, la pluralidad de nuestra región nunca ha sido un obstáculo; por el contrario, debe ser nuestra mayor fortaleza. Sin embargo, la polarización de posiciones con respecto a situaciones y retos puntuales, han dividido a la membresía en la OEA, afectando negativamente nuestra capacidad para encontrar soluciones a los problemas del hemisferio y llevando a poner en riesgo el andamiaje institucional de la Organización. Las reglas, normas y procedimientos que los Estados Miembros hemos adoptado por consenso son la principal fortaleza de una Organización que deberá, no solo en el transcurso de los próximos dos días, sino de los próximos meses, refrendar su valor como el principal foro político del hemisferio. México está convencido de que en un contexto de pluralidad ideológica que caracteriza a nuestra región, será solo mediante el diálogo y la concertación, por encima de la confrontación o de la adopción de decisiones por mayorías simples, que podremos seguir avanzando en beneficio de nuestros pueblos.
Los estados miembros nos hemos planteado propósitos y objetivos comunes, establecidos en la Carta de la Organización, así como en las decisiones que año con año se adoptan en el marco de las Asambleas Generales. No debemos olvidar que en el seno de la OEA es que hemos logrado importantes avances en materia de derechos humanos, empezando por el Pacto de San José y los órganos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. De igual manera, es en el marco de la Organización que hemos logrado consensos en materia de promoción y protección de los derechos humanos de pueblos indígenas y afrodescendientes, personas con discapacidad, personas mayores, entre otros grupos en situación de vulnerabilidad; hemos logrado acuerdos para promover la erradicación de toda forma de discriminación y para eliminar la violencia contra mujeres y niñas. La OEA, mediante sus Misiones de Observación Electoral, también ha contribuido a que en nuestro hemisferio las elecciones libres y periódicas sean la regla, y no la excepción como en antaño.
Fue en el marco de la OEA –y a iniciativa mexicana–, en donde se adoptó por primera vez el concepto de seguridad multidimensional, que señala que las amenazas, preocupaciones y otros desafíos a la seguridad en el hemisferio son de naturaleza diversa y que los enfoques tradicionales deben ampliarse para abarcar amenazas nuevas que incluyen aspectos políticos, económicos, sociales, de salud y ambientales. Así, si miramos hacia atrás en estos 70 años, veremos que a pesar de los claroscuros, la OEA sigue siendo un espacio privilegiado en el que sólo con la voluntad de los estados miembros, podremos seguir construyendo consensos para alcanzar objetivos comunes.
Esta Asamblea General es una nueva oportunidad para hacer un alto en el camino, hacer un balance sobre lo mucho que hemos recorrido, los retos actuales, y recordar que si, en vez de enfocarnos en nuestras diferencias, exploramos estrategias para mejorar nuestra capacidad de diálogo y concertación en beneficio de nuestros pueblos, estaremos cumpliendo con el mandato dado por nuestros ciudadanos y haciendo de ésta, nuestra América, una región más próspera.
Subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina y el Caribe