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A Trump le gusta el conflicto. Eso no es ninguna sorpresa, él mismo lo ha dicho. De hecho, en los primeros textos que escribimos sobre el tema, ya habíamos predicho que con el fin de mostrarse como un presidente que iba a cumplir lo que había prometido en campaña, iba a detonar una ola de conflictos simultáneos, lo que, a su vez, iba a provocar respuestas y contramedidas de las partes involucradas. Sin embargo, pasado casi un año y medio del inicio de su gestión, el panorama aparece más que conflictivo, como una serie de frentes de batalla, tanto al interior de EU como afuera. Bajo esa mirada panorámica, México no es sino una pieza más dentro de un gran tablero que vale la pena revisar en su conjunto, ya que cuando Trump decide emitir declaraciones, escribir tuits, o tomar decisiones, él no está mirando o pensando solo en su frontera sur, sino en toda la ráfaga de asuntos que le ocupan o le preocupan, y que le pusieron de buenas o de malas durante el día, la semana y el mes.
Solo considere usted los frentes internos. Más allá de la infinidad de juicios y demandas que está teniendo que litigar la Casa Blanca por varias de sus decisiones, y de los muy distintos conflictos que el presidente tiene con congresistas, con varios sectores empresariales, con medios de comunicación, o más allá de los problemas suscitados a raíz de cantidad de detalladas filtraciones acerca de las disputas al interior de su gabinete, corre una profunda investigación que no ha dejado de quitar el sueño a Trump. Esta investigación tiene al menos tres canales: (a) la potencial injerencia rusa en las elecciones que le llevaron a ser presidente; (b) la posible coordinación de miembros de su campaña con funcionarios o actores rusos o de otras nacionalidades en ese o en otros temas; y (c) las sospechas de que el mismo Trump ha obstruido las investigaciones en torno a estos asuntos. La tensión que esto produce ha orillado al presidente a conductas muy peculiares como entrar en un choque frontal con el FBI (y otras agencias de inteligencia), e incluso con su propio procurador Jeff Sessions. Todo esto se suma a los otros sonados pleitos que a lo largo de este año y medio han ocurrido entre Trump y su equipo (como Tillerson, Mc Master o el aún secretario de defensa Jim Mattis), o entre distintos miembros de dicho equipo (como entre Bannon y Kushner), factores que han resultado en situaciones como declaraciones o decisiones erráticas, o en una gran rotación en la Casa Blanca tan solo en un año y medio de gobierno.
La cuestión es que lo anterior acontece de manera paralela a otra serie de conflictos y choques que Estados Unidos tiene con otros países y actores internacionales. No todos estos conflictos son producto de las decisiones o comportamiento de Trump, pero varios de ellos son catalizados por dichas decisiones y comportamiento y, en cualquier caso, son temas que deben ser atendidos de manera simultánea a los conflictos internos. Enumeramos algunos:
EU-Corea del Norte: Independientemente de la cumbre Kim-Trump, la cual posiblemente sí ocurrirá en unos días, el primer año de Trump—2017—fue el año en el que más cantidad de pruebas con misiles ha efectuado Pyongyang, mostrando, entre otras cosas, que ese país ha alcanzado la capacidad de enviar uno de esos misiles hasta territorio estadounidense. Más aún, 2017 fue el año en el que Corea del Norte detonó su bomba nuclear más poderosa hasta la fecha. Efectivamente, en 2018 los signos de acercamiento empezaron a emerger, pero Kim está buscando enviar el mensaje de que no está sentándose a la mesa a raíz de su debilidad o a raíz de la presión a la que su país ha sido sometido, sino a raíz de la fuerza que ha alcanzado. Si Trump lo comprende y lo acepta, es posible que este asunto pueda mostrar avances. De lo contrario, este frente conflictivo de altísimo riesgo seguirá abierto por mucho tiempo. Más aún cuando Trump sigue librando con China, el mayor aliado y sostén de Pyongyang, otro tipo de batallas.
EU-China: Acá, el presidente tiene un frente abierto que procede del pasado pero que tiende a crecer en las últimas semanas: la determinación de Washington para contener la expansión china en los mares disputados de Asia. Beijing ha dado señales de que no pretende detener esa expansión y no solo en el ámbito económico, sino también, y especialmente, en el militar. La Casa Blanca ha anunciado que no se dejará intimidar por Beijing y que incrementará el envío de buques de guerra a esos mares disputados, lo que está provocando crecientes tensiones con la marina china. Así, la guerra comercial que se está desencadenando entre esos dos titanes, en seguimiento a una de las grandes promesas de campaña de Trump, debe verse como un factor añadido, no separado, de la conflictiva y competencia geopolítica Washington-Beijing. Si conectamos estos distintos temas, podemos apreciar que China podría, si decide escalar la confrontación, responder a Trump por múltiples vías (dar un espaldarazo a Corea del Norte, tema mencionado arriba, o boicotear las sanciones contra Irán, tema mencionado abajo, son dos ejemplos de ello).
EU-Rusia: En foros internacionales y en distintos textos se habla acerca de la ambigüedad de la Casa Blanca en su trato con Moscú. Por un lado, pareciera que Trump busca mostrar signos de acercamiento con Putin; le llama, lo alaba, le hace guiños cada vez que puede. Pero, por otro lado, es sabido que la relación EU-Rusia (y en general, Occidente-Rusia) está en su peor momento desde tiempos de la Guerra Fría. Esto es evidente en un incontable número de escenarios, desde Europa Central hasta Siria, desde una ciberguerra sin cuartel, hasta la reedición de una carrera armamentista y nuclear que no tiene precedentes en cuanto a la tecnología que está exhibiendo. Entre otros asuntos, las sanciones que EU ha puesto en marcha desde hace tiempo contra Moscú, están siendo enfrentadas mediante contramedidas que probablemente Washington no esperaba, demostrando que Putin no tiene intención alguna de ceder en este, quizás el mayor de los frentes de batalla que, deseándolo o no, ocupan a Trump.
Medio Oriente: En este momento, la Casa Blanca tiene abierta una serie de situaciones de conflicto ocasionadas por choques entre sus aliados, como el que tiene lugar entre los kurdos (armados, entrenados y asistidos militarmente por Washington) y los turcos que buscan replegarles. Turquía, un miembro de la OTAN y socio estratégico de EU, se encuentra cada vez más distante de Washington y más cercana al Kremlin. O bien, el problema ocasionado por la disposición de Trump a favorecer a sus aliados saudíes frente a su otro aliado económico y militar, Qatar. Adicionalmente, la decisión de Trump de trasladar la embajada estadounidense en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, además de abandonar el acuerdo nuclear con Irán, abre nuevas áreas de conflictos potenciales, no solamente entre Trump y actores como los palestinos o como Teherán, sino también entre Trump y sus propios aliados europeos.
EU-Europa: En línea con lo que planteamos arriba, una potencial guerra comercial entre Washington y Europa debe ser evaluada como un factor que se suma al creciente distanciamiento político y diplomático entre estos aliados tradicionales. El tema del acuerdo nuclear con Irán es un claro ejemplo en el que países como Francia y Reino Unido están caminando en direcciones no solo distintas, sino abiertamente opuestas a la Casa Blanca.
Es imposible en este espacio mencionar todos los frentes que Trump tiene abiertos, o todos los conflictos que esos frentes provocan, dentro y fuera de su país. Pero el punto es muy básico. Cuando Trump decide tomar una medida como imponer aranceles a nuestro acero o aluminio, o cuando decide usar la cuestión del muro y la migración, o incluso el TLCAN, como elementos de conversación para sus tuits o sus declaraciones, su cabeza lleva horas, días, meses, lidiando con toda esa serie de zonas de combate en las que se ha convertido su presidencia, de las cuales, por lo que parece, somos vistos como un frente de guerra más, no como aliados. Reconocer esos temas de manera panorámica no es algo simple de hacer, mucho menos de afrontar, pero tampoco puede evadirse.