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No es ahora que Trump quería sacar a sus tropas de Siria. Lo dijo como candidato y lo ha repetido varias veces como presidente. Lo de esta semana, sin embargo, no fue ya una opinión, sino una decisión. Las dos mil tropas que Washington ha desplegado en Siria se van de ese país pues ISIS, la “única razón” para que estuviesen ahí, “ha sido derrotado”. Las reacciones tanto dentro como fuera de Estados Unidos no se han hecho esperar. Algunos aliados se muestran decepcionados, algunos rivales lo celebran, otros actores entran en cuenta regresiva para tomar acciones que no tomarán mientras EU esté presente. Pero ¿qué tanta diferencia realmente hace la presencia de únicamente dos mil tropas estadounidenses en el terreno sirio? Revisémoslo desde varios ángulos.
Primero, Trump y su “America First”. Recordemos que, en la visión de este presidente, las únicas alianzas y acciones internacionales válidas, son aquellas que ofrecen ganancias claras y tangibles al país que comanda. Desde su óptica, su país no tiene nada que hacer defendiendo a “otros pueblos”, luchando conflictos ajenos o derrocando líderes autoritarios, pagando para ello el precio con sangre de soldados estadounidenses, si Washington no “gana nada” por hacerlo. Siria es, para él, uno de estos casos.
“Estados Unidos no tiene por qué ser el policía de Medio Oriente”, afirmó esta semana. Se expresó de manera similar varias veces durante su campaña, lo que incluso le colocó en una posición opuesta a la de Mike Pence, su compañero de fórmula. En todo caso, lo único que justificaba la presencia estadounidense en aquél territorio era el combate a ISIS pues esa sí era otra de sus grandes promesas. Sin embargo, a medida que los éxitos contra ISIS se fueron haciendo presentes, siempre intentando conectar con una base política que piensa como él, Trump estuvo externando su deseo de que sus dos mil tropas se retirasen de Siria (incluso llegó a mencionar que esas mismas tropas serían mucho más útiles en la frontera con México). Aún así, bajo presión del Pentágono y otros actores, el presidente accedió a mantener a esas tropas en ese país durante un tiempo, el cual, como vemos, ya se ha agotado. Su anuncio de repliegue ha levantado críticas internas incluso entre importantes aliados como el senador Lindsay Graham, quien declaró que el retiro estadounidense solo beneficiaría a Rusia, a Irán y al propio ISIS. Pero de todas las voces críticas en Washington, ninguna resonó como la de Mattis, el Secretario de Defensa quien presentó su renuncia como protesta escribiendo cosas como esta: “No podemos proteger nuestros intereses o cumplir (nuestro) rol de manera efectiva sin mantener alianzas sólidas y mostrar respeto hacia esos aliados”.
Un segundo factor es, entonces, la lucha contra ISIS. Efectivamente, esta agrupación que llegó a controlar la mitad de Siria y una tercera parte de Irak es hoy, en esa zona, la sombra de lo que fue. No solo gracias a la coalición liderada por Washington, sino también debido al combate simultáneo de múltiples actores incluidos los ejércitos de Irak, Siria, Rusia, las milicias aliadas de Irán, y las milicias kurdas iraquíes y sirias (armadas y respaldadas por EU), a ISIS le fue arrebatado ya prácticamente todo el territorio que llegó a controlar. Hay, sin embargo, varios elementos a considerar: (a) Según varios reportes de inteligencia, ISIS mantiene de 15 a 30 mil combatientes en la zona, lo cuales se han replegado, permanecen ocultos y podrían reagruparse en cualquier momento.
Esos combatientes, además de mantenerse cometiendo decenas de ataques terroristas en Siria e Irak, elegirán el mejor momento para su retorno como milicia o guerrilla; (b) ISIS mantiene operaciones en unos 26 países más, desde donde la organización continúa atacando casi a diario. Paradójicamente, por cierto, uno de esos países es Afganistán, de donde Trump también anuncia el retiro de la mitad de sus fuerzas, país en el que ISIS cuenta con una de sus ramas más letales. Según el Índice Global de Terrorismo 2018, esta organización sigue siendo la más activa del globo en cuanto al uso de esa clase de violencia. Por tanto, anunciar su “derrota” es prematuro, por decir lo menos.
Tercer factor, Rusia. Como sabemos, Moscú intervino en Siria en apoyo a su aliado Assad, con el fin de preservar sus intereses estratégicos en la zona. De hecho, fue esta intervención la que logró cambiar el destino del conflicto sirio y se puede decir que, en buena medida, Assad debe al Kremlin su supervivencia y virtual victoria en la guerra de su país. Como resultado, hoy en día, todas las decisiones que competen a Siria y a varios de sus vecinos, están teniendo que ser negociadas con el Kremlin. Tras la ausencia estadounidense, la influencia de Moscú para determinar el curso de los sucesos, incluso aquellos que involucran a aliados de Washington como Israel o Turquía, se vuelve aún más relevante y esto es precisamente lo que temen varios actores en Washington.
Cuarto, Irán, el otro gran socio de Assad. Además de respaldar con armamento y financiamiento al presidente sirio, Teherán ha contribuido mediante el aporte de sus milicias chiítas aliadas como la milicia libanesa de Hezbollah (financiada, entrenada y armada por Irán), además de personal de élite de su propio ejército. Irán ha aprovechado las circunstancias en Siria para ir afianzando posiciones en ese país con una cada vez mayor presencia militar. Este factor ha provocado ya desde hace años una feroz reacción por parte de Israel—su mayor enemigo regional—país que ha efectuado decenas de bombardeos en Siria, y que durante 2018 ya atacó de manera directa a personal y a bases iraníes en ese territorio. La ausencia estadounidense provocará una mayor competencia entre los actores que tienen presencia física en la zona, incluidas todas esas milicias apoyadas por Irán. Ante ello, las motivaciones que han llevado a Israel a bombardear ese territorio no disminuyen, aumentan, alimentando el potencial expansivo de ese conflicto.
Un quinto elemento es la conflictiva que mantiene Turquía con la militancia kurda en su país y fuera de este. Para Ankara, las milicias kurdas en Siria son una rama directa del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), con quien Turquía sostiene un choque armado desde hace años. La cuestión es que precisamente los kurdos sirios son el mayor componente de las Fuerzas Democráticas Sirias, la milicia que Washington armó, entrenó y asistió durante todo este tiempo para combatir a ISIS. Hoy en día, esta milicia mayoritariamente kurda controla nada menos que 25% del territorio sirio. Por consiguiente, los kurdos están viendo la salida estadounidense de Siria como el abandono de su aliado, lo cual detonará al menos tres dinámicas en su contra: (a) el aprovechamiento de Turquía para combatirles frontalmente ahora que Washington ya no estará ahí para disuadir a Ankara de atacarles; (b) el embate de las fuerzas de Assad y todas las milicias aliadas a éste, así como las milicias aliadas a Irán para pelear ese 25% de territorio que hoy controlan los kurdos; y por si fuera poco, (c) el reagrupamiento de ISIS para recuperar focos de territorio ahora que los kurdos se encuentren ocupados lidiando con todos los otros actores.
Como vemos entonces, la presencia estadounidense en Siria tiene además de su significado material, un significado psicológico, político y simbólico. Las dos mil tropas representaban los intereses de Washington y sus socios, funcionaban como un factor disuasivo en contra de quienes querían atacar a las milicias que la Casa Blanca empleó para combatir a ISIS, contenían de alguna manera los intereses de Rusia o de Irán, y funcionaban como un elemento de relativa confianza ante los peores temores de Israel. Su ausencia es percibida por aliados como abandono o defraudación, provoca un vacío que intensificará el potencial conflictivo entre varios de los actores que competirán por prevalecer y otorga al Kremlin esa superioridad geopolítica en la región que durante tanto tiempo Putin buscó defender. No es, por tanto, de extrañarse, que muchas personas en Washington lamentan la visión aislacionista de su presidente.
Twitter: @maurimm