El hecho de que una cumbre entre los líderes de las dos grandes superpotencias ocurra es en principio un desarrollo positivo. No importa cuán tensas sean las relaciones entre dos países, o qué tanto se encuentren separadas sus posturas en diversos temas, el solo hecho de que las dos partes estén dispuestas a sentarse para revisar esas diferencias y establecer mecanismos para acercarse en lo que les distancia, debería ser algo positivo. El problema en este caso es que no es posible obviar las condiciones y el contexto bajo el que ocurre la cumbre Trump-Putin. Revisar ese contexto es fundamental para poder dimensionar los alcances de dicha cumbre, y los retos que las relaciones de ambas potencias enfrentan en los años que vienen.
Primero, cuando de Trump y Putin se trata, hay una especie de halo de ambigüedad que rodea su conexión. Por un lado, las dos superpotencias atraviesan el peor momento de su relación desde de la Guerra Fría. Ambos mandatarios lo saben y ambos lo reconocen. Mucho más allá de su reconocimiento, hay una serie de factores estructurales muy enraizados que tienden a hacer que los dos superpoderes choquen constantemente en un importante número de asuntos. Siria, Crimea/Ucrania, la posible intervención rusa en las elecciones de EU, así como otras formas de hackeo/espionaje mutuo, la carrera armamentista, la expansión de la OTAN y la escalada de los ejercicios militares en Europa, entre muchos temas más, son solo ejemplos de asuntos que han elevado cada vez más las tensiones entre Moscú y Washington. Y, sin embargo, pareciera que entre Trump y Putin hay una relación de especial cercanía que a veces incluso tiene cara de camaradería, una “química” muy particular.
Esto obedece en parte a una convicción compartida por ambos: muy en las profundidades del sistema político estadounidense (el “Deep State” o “Estado Profundo”), hay “poderosas fuerzas” operando todos los días para bloquear esta buena relación. Esas fuerzas han lanzado una “cacería de brujas”—la investigación especial sobre la posible injerencia de Rusia en las elecciones de EU y la potencial colaboración ilegal entre miembros del equipo de Trump y autoridades rusas—que incluso estos mismos días sigue arrojando consecuencias: 12 agentes de la inteligencia rusa han sido formalmente acusados por la fiscalía especial estadounidense que investiga estos temas. Todo ello forma parte de la guerra eterna de Trump contra las “fauces” de su propio sistema, lo que incluye a las agencias de inteligencia, a los demócratas, a políticos incluso dentro de su propio partido como McCain, a analistas y medios de comunicación entre otros. No olvidemos que estas son las mismas “élites” que tienen “secuestrada” a Washington de las que Trump prometió rescatar al “pueblo” para devolverles “lo que es suyo”. Para Trump, esas élites, no Moscú, son las “culpables” de que la relación entre ambos países se haya deteriorado al nivel actual. Bien, pues Putin no podría estar más de acuerdo. En la visión del Kremlin, expresada este mismo fin de semana por el ministerio exterior ruso, ellos concuerdan en que hay un “Estado Profundo” que se ha encargado de elevar las tensiones con Rusia y que hoy está haciendo todo cuanto puede para obstaculizar el buen entendimiento que han logrado alcanzar estos dos presientes. En otras palabras, pareciera que Trump y Putin están, a final de cuentas, luchando contra un “mismo enemigo” y que, en esa lucha, ambos camaradas son socios inseparables.
A este contexto, hay que añadir otro elemento crucial: el distanciamiento y choque abierto entre Trump y sus aliados tradicionales. El enfrentamiento comenzó desde tiempos de su propia campaña con cuestionamientos a la OTAN—la alianza militar forjada por Washington para contener y replegar a Moscú—y se fue intensificando con la implementación a ultranza de su doctrina de “America First” y una guerra comercial en puerta la cual incluye el establecimiento de aranceles contra socios tradicionales de EU como Canadá, México y Europa. Estas dos cuestiones han generado tensiones muy recientes, aunque no son las únicas. Antes de ello, ya los temas del acuerdo climático de París o la salida de Washington del pacto nuclear con Irán, son elementos que separan más cada vez a estos aliados tradicionales. Apenas la semana pasada, en la cumbre de la OTAN, Trump acusó a sus asociados de falta de compromiso con su propia defensa, y dijo que Washington solo puede seguir siendo parte de esa alianza si es que los países miembros cumplen con su cuota de gasto militar. Añadiendo bombas a esas tensiones, Trump ha declarado en los últimos días que la Unión Europea es un “enemigo comercial” con el que, por cierto, Theresa May no ha sabido negociar. Según la primera ministra británica Trump le dijo que debió “demandar” a la UE en lugar de sentarse a negociar su salida de la misma. En una declaración que lo retrata todo, Angela Merkel indicó que Europa ya no puede confiar plenamente en Estados Unidos. Más aún, recientemente la propia Canadá, vecina y aliada militar histórica de EU, ha recibido vituperios por parte del magnate en más señales de los distanciamientos que menciono.
De manera que el acercamiento de Trump con Putin no puede ser aislado de todo el panorama anterior, lo que nos lleva a pensar que Moscú, es, en efecto, la mayor beneficiaria de las rupturas que Trump está ocasionando tanto a nivel interno en EU, como con sus propios socios tradicionales económicos y militares. Conociendo a Putin, este no es un entorno que él desaprovecharía para empujar sus propias agendas. Esto, repito, no implica que el diálogo que detona la cumbre, sea algo que hay que entender como negativo, sino que sus detalles deben ser revisados con lupa para comprender las posibles concesiones que Washington pudiera efectuar y cómo es que dicho entorno va a impactar en lo que de ese diálogo resulte.
Por ejemplo, en el tema de la potencial injerencia rusa en las elecciones de EU—cosa que Putin negó y Trump evadió reconocer de manera clara ante pregunta expresa—la propuesta de Putin es que la inteligencia rusa trabaje conjuntamente con la estadounidense para llegar al fondo del asunto. Siendo honestos, es poco probable que ante la evidencia que las agencias de inteligencia de EU han ofrecido a los congresistas y al Departamento de Justicia, ante la investigación de una fiscalía especial que lleva harto tiempo, ante causas legales ya en curso y acusaciones activadas, Washington pueda acceder a semejante propuesta. De forma que todas las tensiones que refiero arriba podrían hacerse presentes si es que Trump decide seguir adelante con la recomendación de Putin.
O bien, la cuestión de las sanciones y su conexión con el tema sirio. Si efectivamente Trump accede a ir relajando algunas sanciones contra Moscú a cambio de algún acuerdo que pueda replegar a Irán de Siria, ello va a enfrentar oposiciones directas incluso en su propio gabinete. La anexión rusa de Crimea y la intervención rusa en Ucrania—las razones originales de las sanciones—son para Putin temas “intra-ucranianos” y para Trump, temas fuera de su ámbito de incumbencia; nada de eso ha cambiado con esta cumbre.
En suma, el diálogo diplomático incluso entre dos superpotencias que atraviesan sus peores relaciones en décadas, es algo positivo de lo que se puede extraer muchos beneficios, aún si solo se logra avanzar en determinados temas específicos. En ese sentido, sería deseable que la buena química que están forjando Putin y Trump sirva para reactivar y actualizar cuestiones como el desarme y la no proliferación nuclear, el combate al terrorismo y otros temas afines. Sin embargo, esta buena química Trump-Putin no puede ser analizada en aislamiento, sin considerar que, de manera paralela, siguen creciendo los elementos que enfrentan a diversos actores políticos al interior de Washington con Trump, y a éste con los aliados tradicionales de EU. Este panorama, visto en su conjunto, no puede dejar de levantar sospechas acerca de las ventajas que Putin, un viejo lobo de mar, pudiera extraer a partir del relanzado diálogo con la Casa Blanca, por lo que será muy necesario monitorear muy de cerca el desarrollo que vaya a tener cada uno de los temas hoy abordados por los dos presidentes en Helsinki.
Internacionalista.
Twitter: @maurimm