Malas, muy malas noticas tuvimos esta semana en el Senado de la República con la controversial “Ley Taibo”, aprobada en sesión ordinaria con 66 votos a favor, 44 en contra y dos abstenciones. Esto permitirá que el escritor Paco Ignacio Taibo II, nacido en España y naturalizado mexicano, se convierta en el director general del Fondo de Cultura Económica (FCE). Dicha ley modifica el artículo 21 que anula el requisito de ser mexicano por nacimiento y simplemente establece como condición el tener la calidad de ciudadano mexicano.
El problema no radica solamente en que fue hecha a la medida para un amigo del Presidente sino que también fue muy cuestionada debido a las desafortunadas declaraciones del escritor en la pasada Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, quien utilizó una forma soez, prosaica y, por demás, ordinaria.
En lo personal considero que las expresiones de Taibo fueron una falta de respeto no solamente al Senado de la República sino a todos los mexicanos. Es indiscutible que una cartera tan importante como lo es el FCE, una auténtica institución que ha publicado más de 10 mil obras y cuenta con una cadena de 27 librerías en México y 8 filiales en el extranjero, debe ser representada por una persona que independientemente del talento de su pluma, tenga la capacidad y prudencia de manejar un mejor lenguaje considerando el cargo tan relevante que pretende ostentar.
Regresando al debate dentro del Senado, éste terminó siendo una discusión que se extendió por varias horas muy por debajo de las expectativas, con descalificaciones, protestas, cartulinas en las curules… Un debate acalorado que nos dejó con una “Ley Taibo” aprobada por la aplanadora que hoy representa Morena con la mayoría en las dos cámaras. En lo personal no me gustan este tipo de debates, deberían de ganar siempre las ideas y la conciliación. Nosotros no estamos en contra de la ley, estamos en contra de las formas, estamos de acuerdo en que se reformen las leyes para que puedan llegar a estas posiciones personas que no son mexicanas por nacimiento, pero que sí lo son por naturalización, o hijos de padres mexicanos y que puedan acceder al sector público.
Lo que no se vale es que hagamos leyes a la medida de las personas y, sobre todo, que estas personas de forma abierta y grosera hagan señalamientos sobre una institución como el Senado de la República. Como lo mencionó mi compañera Xóchitl Gálvez, del grupo parlamentario de Acción Nacional, “su expresión refleja una falta de respeto a las instituciones y un profundo desconocimiento de la administración pública”.
No puedo imaginar cómo hubiera reaccionado el grupo parlamentario de Morena si esta situación se hubiera dado al revés, si en el sexenio pasado alguna persona nacida en otro país hubiera sido propuesta para dirigir el Fondo de Cultura Económica y se hubiera referido de la forma en la que lo hizo. El problema no fue de fondo, pero hoy con todo lo que está pasando sí es de formas.
Van algunos ejemplos: con consultas a modo cuando evidentemente la decisión ya se tomó, la cancelación del aeropuerto, por más que nos digan, sí significó una perdida real de millones de dólares para los mexicanos; con la supresión de una reforma educativa que tenía sus deficiencias, pero que representaba un avance real para la educación de nuestros hijos, así como por tantas promesas de campaña que hoy no se están cumpliendo y que abonan a la incredulidad y zozobra de millones de mexicanos que miran con incertidumbre a un gobierno que no escucha ni guarda las formas.
Senador de la República