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Un servidor nació un año después de los acontecimientos de octubre de 1968 . Se podría decir que aquellos que tuvimos uso de razón a los pocos años de aquel momento tan emblemático vivimos con “el 2 de octubre no se olvida” y podríamos hablar sobre una gran cantidad de situaciones y discusiones sobre lo que ocurrió ese día.
Sin embargo, tenemos que reconocer que lo que sucedió esa noche de miércoles sólo fue la punta del iceberg de lo que pasaba no sólo en nuestro país sino en varias partes del mundo, pues lo mismo en París que en la Ciudad de México, en Berkeley que en Praga se vivía un sentimiento liberador contra el status quo.
En el aspecto político, no podemos comparar lo que ocurrió en 1968 con las condiciones o circunstancias de 2018. Hoy, el país vive evidentes progresos en materia democrática . Hace 50 años la principal petición era que México se abriera a la democracia y, sin lugar, a dudas lo que había vivido la nación desde 1924 era únicamente una verdadera simulación de democracia donde todo el poder estaba en manos de un solo personaje, un solo partido y un Estado monopolizador que se hacía cargo de todo.
En materia económica, eran los tiempos, por ejemplo, en que existía una sola compañía de teléfonos. Recuerdo todavía que a mediados de los años 80 había que esperar hasta dos años para que pusieran una línea telefónica particular. Muchas ocasiones había que recurrir a un conocido que trabajara en Teléfonos de México (lo que se conocía como “palanca”) para que instalaran el ansiado servicio.
Era una época en la que el mercado estaba tan protegido que llegar a pensar que hubiera en nuestras tiendas un chocolate Hershey era algo inconcebible. Aquel amigo que llevaba una golosina de este tipo a la escuela era la noticia de la semana entre los estudiantes.
Como contraste, algunos indicadores eran más positivos que los que se tienen ahora. El crecimiento económico en 1968 fue de 7.30% a comparación del 2.1% que se pronostica para este año, la deuda en relación con el PIB era del 20.32% a comparación del 45% de este año y la inflación de aquella época era del 2.43% contra el casi 5% de este año.
Además, la tasa de homicidios en 1968 era de 15 cada 100 mil habitantes contra 25.3 del último año; de los secuestros no se tenían ni siquiera cifras en comparación a los mil 132 que se han denunciados sin tomar en cuenta la cifra negra, es decir casi cuatro secuestros diarios.
En este contexto, es que surge como un polvorín el movimiento estudiantil que, precisamente, es reprimido por el Estado diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos.
Es evidente la sorpresa que se llevó el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz , quien pensando que había un complot en contra suya entró en una psicosis. Ciertamente, en esto influyó la llamada guerra fría entre Estados Unidos (el mundo capitalista) y la URSS (el mundo socialista) que causaba que el mundo viviera en una dicotomía. Fue a partir de ahí que se esparció la versión de que había intereses de Moscú detrás de la genuina protesta de los estudiantes. La brutal represión tuvo lugar entonces.
Hoy, cinco décadas después , en pleno siglo 21, creo que les estamos fallando a esos jóvenes que dieron la vida por la libertad y la democracia en nuestro país , no sólo por la violencia sin control que vivimos a diario, donde el número de homicidios dolosos ha roto récords, sino también porque seguimos viviendo una desigualdad económica ofensiva, pues el 1% de los mexicanos tiene el 45% de la riqueza del país, mientras la corrupción ha llegado a unos niveles espeluznantes.
Tenemos, en este sentido, que preguntarnos cómo llegamos al 2 de octubre 50 años después , y lo preocupante es que muchos de los desafíos y retos siguen siendo los mismos, y hay muchos nuevos que afrontar.
No hay que dejar de decir: “2 de octubre no se olvida”, pero al mismo tiempo nunca se nos deben olvidar los desfalcos de Veracruz, la tragedia de la guardería ABC, la indolencia de la primaria Rebsamen, los jóvenes asesinados en Guadalajara, los múltiples linchamientos y secuestros y así podría seguir interminablemente la lista.
Por eso digo, que no se nos olvide, pero busquemos justicia, no revancha, y honremos a los que nos han precedido, pero que nunca vuelva a existir en nuestro país un gobierno que sea capaz de matar a sus jóvenes, nunca más un gobierno que se quede indiferente, distante o pasivo ante la realidad, trágica, terrible, que millones de mexicanos están viviendo.