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Son varios los hechos que muestran la mala conducción económica que se ha llevado desde que inició el nuevo gobierno y aunque la apuesta gubernamental parece que es responder y desacreditar a quienes lo denuncian, todavía están a tiempo si en lugar de responder con retórica, escuchan a los especialistas y trabajan para corregir las malas decisiones que nos han llevado al total estancamiento económico del país.
Lo que hace el presidente es absurdo. Suponer que el Fondo Monetario Internacional, todas las calificadoras y los bancos se equivocan en sus pronósticos y en sus análisis, es mucha soberbia. México está técnicamente estancado y ni siquiera tienen idea de por donde empezar para cambiar dicha realidad. A las señales internacionales se suma la renuncia del Secretario de Hacienda, que más allá de corroborar una serie de problemas que se están gestando en la administración de López Obrador, ratifica una denuncia pública que demuestra la intervención de personas que no están preparadas y la falta de bases técnicas para tomar decisiones tan importantes como la cancelación del aeropuerto de Texcoco o la construcción de la refinería de Dos Bocas.
No se puede y no se debe politizar la economía. Por eso es tan importante que el Banco de México se mantenga autónomo y que se respete a las instituciones que evalúan el desempeño de las políticas públicas, como el Coneval y el Inegi. Las malas decisiones, la falta de certidumbre, el bajo crecimiento, la mala calificación crediticia y el mal ejercicio de los recursos están empezando a pasar factura. No importa cómo le quieran llamar (desaceleración, recesión o retroceso económico), lo evidente es que es necesario cambiar de rumbo rápido antes de que se convierta en decrecimiento y eventualmente en crisis.
No existe un sólo indicador serio para pensar que las cosas van por buen camino y cuestiones como la crisis en materia de salud y la crisis de seguridad agudizan el mal panorama económico. Es inaplazable aumentar la inversión pública en infraestructura. Es necesario destinar mayores recursos al desarrollo de puentes, caminos, puertos, aeropuertos y escuelas, la inversión en infraestructura es un catalizador del desarrollo. Además con buena infraestructura se eleva el atractivo para la inversión privada, por eso era importante el aeropuerto de Texcoco. Aunque es un tema que será difícil cambiar porque se ha vuelto una bandera ideológica del presidente López Obrador, sería muy positivo algo de sensatez y reactivar el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional en Texcoco.
Las fórmulas son sencillas y reposan en que el gobierno genere las condiciones de certidumbre, confianza y garantice el cumplimiento del estado de derecho, que reduzca la tasa del Impuesto Sobre la Renta (ISR) y el gasto en clientelas electorales, medidas que provocarían de inmediato que crezca la inversión y con ello haya más empleos.
Se tiene que reconocer el error y dar un golpe de timón para cambiar la inercia. La señal que dejó la salida del Secretario de Hacienda hizo todavía más frágil la ya bastante dañada imagen de México como destino de inversión, pero también abre una puerta para cambiar el rumbo equivocado que se tomó. Esperemos que la soberbia no elimine la oportunidad y que se cambie de camino mientras seguimos a tiempo.
Presidente nacional del CEN del PAN.
@MarkoCortes