La vida es más ancha que la historia, pero sin historia la vida no tendría sentido. José Sarukhán ha presentado un texto sobre historia de la Universidad en el periodo que le correspondió ocupar la oficina de la Rectoría (1989-1997). Utiliza el método de Fernand Braudel, el más grande historiador del siglo XX. Si bien a primera vista se pensaría que se trata de unas “memorias”, Desde el Sexto Piso (UNAM, Colegio Nacional FCE, 2017), es el ejemplo de cómo los acontecimientos son efímeros, apenas tonantes, mientras que la historia de larga duración, la que narra el rector Sarukhán, contiene una estructura, una arquitectura, una realidad que el tiempo tardará en desgastar. Este texto es un ejemplo de la historia de larga duración y no la historia de uno o varios acontecimientos. Es además la carta de navegación, el legado a la UNAM de un gran rector, el científico más reconocido internacionalmente del actual tiempo mexicano.

Confiesa Sarukhán que el texto refiere logros y también derrotas. Una de estas derrotas viene a cuento en estos días aciagos de angustia y crispación social donde no se escucha voz, ni se ve luz, ni guía, ni pauta, ni líder que seguir. Vivimos días en que la democracia parece amenazada por la perversidad política.

El relato que hace de uno de sus fracasos sugiere que, si bien aconteció en 1992, el hecho se había gestado muchos años atrás y tendría repercusiones años adelante, exactamente un claro ejemplo de la historia de larga duración. El subcapítulo se titula Cuotas, proyecto fallido.

En 1992 Sarukhán preparó un programa para incrementar las cuotas. Se tomó en cuenta el nivel de ingresos familiares de estudiantes. Los datos eran reveladores: 91% de la población de primer ingreso se encontraba en nivel medio y medio bajo debido a que sus ingresos variaban entre dos y 16 salarios mínimos. 8% se encontraba en el nivel medio alto y alto y solamente el 1% en el nivel francamente bajo. Por ello se propusieron cuotas diferenciadas, bajo el principio de que pagaran los que podían hacerlo. El sistema de becas y exenciones resultó ser complicado y si bien el principio era que quien no pudiera pagar no quedaría fuera, los enemigos de la UNAM alborotaron el avispero.

El presidente Carlos Salinas, según narra Sarukhán, había expresado la conveniencia de que la Universidad cancelara las inscripciones anuales de 200 pesos (16 dólares). No obstante se inició un movimiento en contra atribuido a estudiantes, pero manipulado, como se sabría después, porque finalmente en el tráfago social todo se sabe, por el regente Manuel Camacho, entonces el probable sucesor a la Presidencia. El temor de que un movimiento político en la Ciudad estorbara el plan personal del entonces priísta, lo llevó hasta ofrecer dinero a la UNAM para abortar el proyecto.

Todos perdieron: Camacho no fue presidente y la UNAM se quedó sin cuotas. El gobierno perdió por meterse en lo que no le toca y la Universidad porque el Estado no le garantizó su autonomía.

Ahora que AMLO ha planteado el derecho universal de admisión a la UNAM y a otras universidades, incluyendo al Instituto Politécnico Nacional, la historia no debe repetirse. Dice el candidato presidencial de Morena que ya en la silla hablará con los rectores para no violar la autonomía y cancelará exámenes de admisión y requisitos académicos. Curiosa concepción de la autonomía universitaria que no se viola si el Presidente habla con el Rector. AMLO todavía no es presidente, pero además no entiende lo que la autonomía significa, ni lo que la Constitución define como la esencia universitaria: la facultad y responsabilidad de gobernarse a sí misma.

Historia de larga duración a recordar ahora que AMLO ha dicho que más importante que la calidad de la educación es la cobertura. Su seguro popular educativo es una bella lección de populismo: suprimamos los exámenes de admisión, las calificaciones, los profesores exigentes, las categorías académicas, las evaluaciones.

Poco a poco se perfila el gobierno que viene.

Investigador nacional en el SNI

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