Mario Melgar-Adalid

¿AMLO, presidente autócrata?

Sería conveniente regresar al espíritu de 1917 y ver al presidente rindiendo sus informes ante el Congreso

30/08/2018 |01:13
Redacción El Universal
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En México, el presidente de la República es el personaje político de mayor relevancia, tanto porque la Constitución establece el presidencialismo, como por el papel que el pueblo le confiere y atribuye. Los presidentes de México han ejercido liderazgos que los convirtieron desde Siervo de la Nación (Morelos), hasta Alteza Serenísima (Santa Anna), Benemérito, Jefe Constitucionalista, Caudillo, Primer Mandatario o Jefe Máximo. Los presidentes han incorporado al catálogo de facultades que les ha conferido la Constitución, otras facultades, fuera de la Constitución, las metaconstitucionales, que se ejercen sin necesidad de rendir cuentas.

La Presidencia mexicana actúa en una autocracia. Está en las leyes, en la cultura política, en la tradición y en las costumbres. Peña Nieto, como sus inmediatos antecesores (Calderón y Fox), actuó también como autócrata. Ante el presidencialismo mexicano no hay división de poderes, ni cuarto poder, ni poder ciudadano, ni poder que valga. Si fuera póker, presidente solito mataría póker de ases.

AMLO será presidente en diciembre y veremos qué tanto se aleja o acerca al perfil autócrata de los presidentes mexicanos. Por el momento hay desconcierto popular, pues así como el presidente electo se erige en demócrata y propone consultas al pueblo, resuelve autocráticamente sin mayor consulta. Tal vez ese vaya a ser su estilo: es decir ningún estilo, como en el box: traer “finto” al adversario.

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Para bien o para mal, los presidentes han sido ejes de la historia de México. Los mejores tiempos mexicanos coinciden con los buenos desempeños presidenciales (Juárez y Cárdenas), las etapas negras con las gestiones nefastas (lista amplia). La mala racha que nos persigue desde hace sexenios. No se sabe si las gestiones presidenciales fueron malas por el deterioro del país o si el deterioro nacional fue producto de las malas gestiones presidenciales.

El presidente Peña rendirá en horas su último informe de gobierno. El presidente ya no asiste al Congreso, como lo estableció la Constitución de 1917, sino que presenta un informe escrito, después acude a una fiesta resguardado por el Estado Mayor Presidencial, en que lee un documento para que los asistentes lo aplaudan, feliciten y nadie lo interrumpa. Su mundo de flores.

El Constituyente Permanente, el Poder Reformador, nunca debió haber aprobado la enmienda constitucional propuesta por Calderón para evitar la presencia del presidente en el Congreso. Ahora basta que envíe un texto, con lo que se perdió uno de los contados casos (2), en que dos de los poderes, Ejecutivo y Legislativo, interactuaban en persona, como obliga un sistema republicano. El otro encuentro se realiza cada seis años, cuando el presidente acude al Congreso para protestar que cumplirá con la Constitución durante su encargo.

En la lista de reformas constitucionales que prepara el nuevo gobierno, sería conveniente regresar al espíritu de 1917 y ver al presidente ante el Congreso. Los poderes deben estar separados, pero nunca divorciados.

El informe presidencial contendrá el balance del sexenio. La interminable lista de tropiezos, malas decisiones y errores no estará incluida y se irá diluyendo en la memoria nacional. Quedarán grabadas, sin remedio, en páginas de la historia la Casa Blanca, los desaparecidos de Ayotzinapa y la invitación oficial al candidato Trump. Ningún logro administrativo, ni siquiera las reformas estratégicas evitarán este legado oprobioso.

Autócratas clásicos en la historia mundial fueron los integrantes de la dinastía Romanov en Rusia. Alejandro I, liberal que reinó de 1801 a 1825 se preguntaba: ¿Cómo puede arreglárselas un solo hombre para gobernar (un imperio) y corregir sus abusos? El mismo Alejandro I escribió quejándose de la corrupción: “Todo el mundo roba: prácticamente no hay ni un hombre honrado”.

Estas preguntas están en el ambiente mexicano y tal vez se las hayan formulado el presidente que se va y el que llegará. Mientras tanto, México espera al próximo presidente ¿será demócrata, será autócrata, será honrado, como presume?

Miembro del Sistema Nacional
de Investigadores. @DrMarioMelgarA