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Estados Unidos vive hace unas semanas un drama político en que se desarrolla en un escenario que es México. Ocupados como estamos con las novedades de la 4T, poco tiempo se le ha dado a un asunto que muestra el inicio de la lucha política que se avecina ante la posible reelección del presidente estadounidense Donald Trump a dos años vista.
Ante la declaración presidencial de una emergencia nacional, debido a la crisis que se vive en la frontera con México, a fin de obtener los fondos necesarios para construir el muro, los demócratas cerraron filas con algunos republicanos rebeldes que se oponen a la construcción del muro que divida a los dos países. Emitieron una resolución para cancelar la emergencia nacional.
La resolución en contra de la emergencia confirmó lo que los demócratas en la Cámara de Representantes, algunos senadores republicanos, cerca de 20 estados, entre los que están los importantes California y Nueva York, la mayoría de la sociedad y la academia estadounidense han venido sosteniendo: que se trata de una maquinación política.
Todos se han opuesto, menos los duros alineados con Trump y México, que estima es un asunto de política interior de ese país.
El presidente Trump en uso de sus facultades decretó un veto a la resolución legislativa, por lo que se mantendrá la emergencia nacional y el intento por obtener los fondos necesarios para la barrera. El veto obligará a una nueva votación que seguramente ganarán los republicanos, pues no le alcanzan los votos al Partido Demócrata para anularlo.
Cualquier resolución legislativa, orden o voto en que concurran las dos cámaras: el Senado y la Cámara de Representantes, se presenta al presidente para su aprobación antes de que entre en vigor. Si el presidente la rechaza, como fue el caso, entonces el Congreso tendrá que aprobarla por las dos terceras partes tanto del Senado y como de la Cámara de Representantes, lo que no es previsible que ocurra.
La separación de poderes se muestra en este conflicto de manera muy clara. Es la primera ocasión en que Trump utiliza esta facultad que tiene varias páginas en la historia constitucional de ese país.
George Washington, el primer presidente de Estados Unidos al tanto de la tensión que el veto podía generar, tuvo que firmar dando su aprobación a muchísimas leyes con las que no estaba de acuerdo, pero quería evitar la tensa confrontación. En sus ocho años solamente vetó dos resoluciones. Thomas Jefferson, su influyente secretario de Estado, declaró que tenía el fundado temor que si Washington no vetara alguna resolución del Congreso, ningún presidente se atrevería a hacerlo. Lo de Washington como padre fundador no es retórica.
Más adelante los presidentes Jackson y Taylor lo utilizaron por considerar desacertadas algunas decisiones del Congreso.
El presidente más activo en reprobar determinaciones del Congreso fue Grover Cleveland, quien utilizó el veto más que todos sus colegas sumados en conjunto. Durante su primer periodo lo utilizó 170 veces y 414 ocasiones en el segundo. Ya en el siglo XX, Richard Nixon, un político que como buen abogado le gustaban más los malos pleitos que los buenos arreglos, motivó con sus vetos que la Suprema Corte tuviera que intervenir para resolver un asunto sobre la decisión del presidente de retener fondos destinados a cuestiones ambientales.
Es probable, dada la tensión que este asunto ha generado, que la Suprema Corte de Estados Unidos tenga que intervenir y resolver finalmente si se construye o no el muro contra México. Mientras tanto nosotros hacemos como que la virgen nos habla.
@DrMarioMelgara
Profesor de la UNAM