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Hay muchas expectativas sobre la UNAM después de los paros en las escuelas y las masivas movilizaciones que se desencadenaron tras la agresión a estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) plantel Azcapotzalco. Durante los últimos días diversos medios centraron su atención en cada una de las acciones que de la máxima casa de estudios surgieron, tanto por parte de las autoridades, como de parte de los estudiantes.
La amplia, enérgica y rápida respuesta de los estudiantes que hoy sorprende dentro y fuera de la Universidad, obedece en mucho a un descontento acumulado en los últimos años, producto de al menos tres circunstancias: 1) la falta de respuesta de las autoridades de la UNAM —tanto de rectoría, como de las direcciones de escuelas y facultades— para enfrentar el problema de la violencia hacia los jóvenes, incluyendo las agresiones de grupos porriles, los asaltos, los feminicidios y agresiones hacia las mujeres. 2) La exclusión de los jóvenes de las decisiones de transformación de los planes de estudio. En febrero de 2013 se gestan una serie de movilizaciones en rechazo a los 12 puntos de reforma de los CCH, que estudiantes y profesores señalaban como un atentado contra el modelo original, adecuando la enseñanza en los colegios a las necesidades del mercado al transformar los contenidos curriculares y el perfil de ingreso y egreso. 3) El deterioro creciente de las condiciones del proceso de enseñanza aprendizaje, con salones saturados, con grupos de 60 estudiantes en muchos casos, cursos sin maestros al inicio de los semestres o años escolares por negligencia de las autoridades, ya que las solicitudes de los profesores para ocupar cursos siempre rebasan la disponibilidad de los mismos.
La violencia, la falta de democracia y la degradación de las condiciones de estudio fueron los elementos que sin duda detonaron el conflicto en la UNAM. La respuesta de la Rectoría expulsando a 19 estudiantes que participaron en las agresiones es insuficiente para resolverlo, pues un requisito es avanzar hacia la erradicación del porrismo de la UNAM, y eso pasa por castigar a los autores materiales e intelectuales de la agresión, pues la impunidad es lo que no permite desarticular esta estructura de control e intimidación en las escuelas.
Por eso el después para la Universidad, ante la amplia y enérgica movilización estudiantil, obliga a la Rectoría y a las autoridades estatales y federales a instrumentar medidas que manden un mensaje muy claro a los estudiantes y las comunidades académicas de que realmente se actuará para eliminar esa impunidad. Una exigencia en ese sentido es “la conformación de una comisión independiente, que lleve a cabo una investigación sobre el origen, funcionamiento, acciones y financiamiento de los grupos porriles en la UNAM” presentada por los representantes de la Facultad de Economía en la Asamblea General Universitaria.
Otra, muy sentida, es la atención inmediata a la demanda para el cese a la violencia de género y el castigo a los responsables de dicha violencia. Cumpliendo con los protocolos establecidos en la Universidad y con la conformación de las comisiones por escuelas y facultades con participación de las y los estudiantes.
Muchos y diversos son los problemas y demandas de estudiantes y profesores ante las carencias en nuestra Universidad, su solución obliga a abrir espacios democráticos de participación y decisión para sus comunidades.
Si en el país, a partir del 1º de julio, se abrió la expectativa de una transformación democrática de la sociedad, parece que, en la UNAM, hoy los estudiantes reclaman eso para su institución.
Profesora de la Facultad de Economía
de la UNAM. Integrante del CACEPS.
caceps@ gmail.com