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Qué difícil hablar de una tragedia y no tocar líneas sensibles que hagan que alguien se sienta ofendido. Qué difícil es que no terminemos con “echarle la culpa” a alguien, o buscar explicaciones simplistas. Deberíamos buscar propuestas con respecto a los más débiles, que son las víctimas directas de la explosión de Tlahuelilpan, Hidalgo.
La primera prioridad debe ser esa: la atención a las víctimas. Debería empezarse por instalar una mesa de coordinación y trabajo con la autoridad y la sociedad civil para la protección y atención a las víctimas de la explosión. Es importante detectar y rechazar a quienes utilizan el dolor para avanzar intereses mezquinos. El programa de atención debe procurar, con equidad, tomar en cuenta familia por familia, quiénes tienen fallecidos y quiénes lesionados.
Cada familia tiene sus ritmos, su manera distinta de enfrentar las adversidades. Para ello es importante la atención integral, tanto psicológica como espiritual. Hay muchas organizaciones sociales que tienen probada capacidad para actuar, aunque daría preferencia a las organizaciones o los voluntarios de Hidalgo.
Toda la estrategia de atención a las víctimas, individual, familiar y comunitario, tiene que partir de un presupuesto asignado que sea suficiente. No es necesaria la burocracia indiscriminada, pero este desastre requerirá trabajo profesional y concentrado. Destaco que la comunidad también debe ser atendida y acompañada.
El presupuesto asignado debe establecerse en un fondo que incluya los recursos del gobierno y, de haberlos, donativos nacionales e internacionales. Y el fondo tiene que ser manejado con absoluta transparencia.
No debe repetirse lo sucedido en los sismos del 19 de septiembre, cuando los fondos que se crearon sirvieron más para un partido que para los damnificados. Nadie puede lucrar con la tragedia. Que tampoco suceda lo del fideicomiso de la CDMX en el que integrantes de la sociedad renunciaron al fideicomiso por la falta de honestidad y el uso que le dieron algunos políticos. Algunos de los políticos que participaron en ese fideicomiso y que fueron denunciados, hoy tienen una curul en el Congreso.
En cuanto a la salud, las víctimas no sólo deben recibir atención médica durante estos días. Debe durar toda la vida y el Estado debe estar preparado. Padres o madres que nunca podrán volver a trabajar, atención a niños cuyo familiar ha sido lesionado. Terapias de por vida de rehabilitación –especialmente a los menores.
Esta atención es distinta para el caso de las familias que perdieron un familiar, quizá en algunos casos hay familias en las que murieron tanto el papá como la mamá. La atención no puede ser por unas semanas.
Finalmente, también es importante el deslinde de responsabilidades para conocer la verdad y lo que falló. Que se investiguen las responsabilidades civiles, penales y administrativas, pero con investigaciones serias, no politizadas.
Además, hay preguntas que nos ayudarían mucho para sacar lecciones importantes: ante el crecimiento desbordado del robo de combustibles a lo largo de los ductos principales, ¿qué habían hecho las autoridades de protección civil del municipio, del estado y de la federación para prepararse ante un caso así? ¿Pemex no hizo un mapa de riesgos? ¿En alguna instancia se previó la posibilidad de los riesgos que corrían las poblaciones? Se tiene que hacer, actualizar o completar el mapa de riesgo respecto a los ductos.
También urge que, ante la inopinada decisión de transportar gasolina en pipas, Pemex e instancias de protección civil actualicen protocolos ante accidentes de gran magnitud. Deben también mejorar o generar protocolos de protección civil y de resiliencia de las comunidades a lo largo de las rutas de las pipas. Sin ese aprendizaje, la crisis sólo cambiará de lugar y tiempo.
POR CIERTO: Muchos estamos dispuestos a ayudar. La tragedia debe sumar a todos.
Abogada