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Se supone que todos están de acuerdo. No hay político que hoy no diga que los partidos reciben demasiado dinero, sea público o privado. No hay quien se atreva a decir públicamente que los elevados montos que los partidos se asignan cada año a sí mismos deban aumentar. Es decir, todos están de acuerdo en que algo debe hacerse. Tal vez no todos piensen que deba eliminarse esa partida del presupuesto, pero sí en que debería moderarse. ¿Y qué pasa entonces? Pues que ningún político “come lumbre” como se dice popularmente. Nadie quería ser el primero en bajarse a sí mismo el financiamiento público, hasta que llegó la oportunidad en un partido que aun recibiendo la mitad de lo que le correspondería, recibiría mucho más de lo que le ha tocado.
Es la última oportunidad que tiene ese partido para tomar la acertada decisión de aprobar la iniciativa por la que se reduce a la mitad el financiamiento público a los partidos. Recordemos que Morena apenas tiene cuatro años de haberse constituido formalmente como partido político nacional. Pero es a partir de la elección federal de este año que podría romper todos los récords de asignación de dinero público y pasar de 649 a 1,440 millones de pesos de presupuesto público, ¡en año no electoral! Si Morena se atreve a recibir ese dinero, pasará a ser parte del problema y no va a querer nunca en el futuro reducir esos montos.
He leído la opinión de que esta iniciativa va a disminuir todavía más a la oposición. Y no debe ser así: el disminuir el financiamiento público a los montos propuestos —que todavía quedan altos— puede significar un esfuerzo que más bien fortalezca a los partidos políticos. En mi opinión fue el exceso de dinero público lo que hizo que un partido como el PAN se convirtiera en una coalición de agencias regionales de compra y venta de candidaturas. El PAN se perdió cuando controlar el padrón significó controlar candidaturas, y cuando controlar candidaturas se convirtió en la posibilidad de acceder a cientos de millones de pesos del erario, sin obligación de transparentar su uso. Ahí se aceleró la pérdida de valores y principios, cuando las reglas externas y las internas no sólo fueron insuficientes para contener ambiciones, sino que se convirtieron en un incentivo para la avaricia. Se llegó al punto de que con tal de quedarse con el dinero público —aunque fuera menos— prefería perder con “su” candidato que ganara otro fuera de su grupo. Ejemplos hay muchos, no sólo a nivel nacional sino también en los estados y en los municipios.
Pero vamos a ver: los montos que de acuerdo a la fórmula le tocarían a cada partido son realmente escandalosos. Las cifras que se han calculado para el PRI (726 millones de pesos) y para el PAN (774 millones) no se justifican en un año no electoral. Al PRD le tocan 338 millones de pesos. Y que el contribuyente deba además darle 321 millones de pesos al Partido Verde Ecologista le añade insulto a la herida. Con la propuesta de la reducción quedaría, en un año no electoral, de esta manera: Morena: 720 millones; PAN 387 millones, PRI 363 millones, PRD 169 millones y al Partido Verde la cantidad de 160 millones de pesos. ¿De verdad, no pueden trabajar con ese dinero?
Con la medida les irá mejor a los ciudadanos. Será mejor tener partidos que dependan de la fuerza de los ciudadanos que del dinero público. Ojalá Morena no dé un paso atrás en esta propuesta. Y todos los legisladores den esa buena noticia al pueblo de México al que le han prometido austeridad y compensen las amargas decepciones que a toda plana se han exhibido en portadas de revistas, en primeras planas y en otras decisiones que todavía no caemos en la cuenta.
POR CIERTO. Por si fuera poco, los diputados no sólo no se reducen su sueldo sino recibirán 209 mil pesos al final del año como ¿regalo de Navidad? En Tabasco aprueban una ley que evita las licitaciones públicas para proyectos estratégicos, nada más y nada menos.
Abogada