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Cuando usted esté leyendo esto el lunes por la mañana, todos los medios estarán comentando los detalles del primer debate presidencial. Al momento de escribir estas líneas, estoy en mi casa, con mi familia, descansando después de varios días de preparación para ese momento tan significativo. Desayunamos juntos, fuimos a misa, revisé una vez más mis notas. Mi esposo y mis hijos me han dado, como siempre, todo su amor y su apoyo, y eso me da mucha fuerza para este momento en el que trataré de transmitirle mi mensaje al pueblo de México y compartir, en pocos minutos, mi visión de país. No puedo todavía decirle al lector qué fue exactamente lo que pasó en el debate, pero sí puedo decirle cuál es mi mensaje central para los ciudadanos: no nos conformemos.
No nos conformemos con una campaña que se ha convertido en un carnaval de banalidades vacío de contenido. Sé que la gente está cansada de ver a los políticos hablando de todo y de nada, y por eso yo sí tengo una campaña centrada en lo que más le duele y le importa hoy al pueblo de México: la seguridad. Sin duda la presencia del Estado en términos de policías honestas y profesionales, pero también en términos de maestros, médicos y trabajadores sociales es lo que se necesita para reducir los niveles de violencia que hoy aquejan a nuestro país. Yo quiero darle a México un gobierno valiente que no quiera barrer los problemas bajo la alfombra y que tenga la capacidad y el valor para enfrentar ese y todos los problemas del país.
No nos conformemos con votar por el candidato menos corrupto. Yo tengo valor y valores para enfrentar a la corrupción y estoy decidida a ser implacable contra este mal que no sólo nos indigna, sino que además frena nuestro desarrollo. He dicho una y otra vez que la corrupción es el muro contra el que nos estamos estrellando todos y por eso hay que derribarlo. Esa tarea no es de una sola persona, no puede serlo. Hay que fortalecer y obedecer las leyes y también apuntalar instituciones. El sistema nacional anticorrupción y una fiscalía que sirva, autónoma e independiente, son clave para lograrlo. La promesa fácil de un presidente que encarcela puede sonar bien en la campaña, pero no resuelve el problema. Y la demagogia de creer que una sola persona puede dar perdones y condenar a los políticos dependiendo de si se pasan o no a su partido es un peligroso precedente hacia el autoritarismo.
No nos conformemos con votar por enojo, por desilusión, por rencor o por venganza. Sí, la situación del país es indignante y los últimos cinco años hemos tenido un gobierno que con gran arrogancia nos ha dicho “ya chole con tus quejas”, “ya sé que no aplauden”, “lo bueno cuenta” y “haz bien las cuentas” como si fuéramos unos ingratos al no reconocer sus grandes logros. La respuesta no está en votar enojado por quien promete ser un castigo a esos excesos. La respuesta es votar por lo que sí queremos para México, votar a partir de nuestros anhelos y nuestros sueños. Votar pensando en las cosas que deseamos para el país: honestidad, libertad, democracia y justicia.
No nos conformemos con votar por el menos malo, el menos corrupto o el menos autoritario. No nos conformemos con el mal menor habiendo un bien posible. No nos rindamos antes de tiempo. Sigamos dando la lucha. Yo lo seguiré haciendo porque estoy en esta contienda para recuperar la dignidad, la ética y la verdad en la política, y para demostrarle a la gente que la hora de las mujeres ya llegó. Es la hora de México y, con el voto de los ciudadanos libres, seré la primera Presidenta de este gran país.
Abogada