Este proceso electoral se ha caracterizado por la violencia. En medio del proceso, aparecen una y otra vez asesinatos que nos dan a conocer por el mundo; la desaparición de los estudiantes de Guadalajara y los dos ciclistas (un alemán y un polaco) que sólo tuvieron la osadía de querer conocer México a través de su gente y su paisaje. Son turistas de ese turismo ecológico, de aventura, de experiencia, que he puesto en mis propuestas para fortalecer el turismo como motor económico. Pero sabemos que una noticia así ahuyenta al turismo y hace a México incomprensible.
A esta violencia diaria se suma la violencia hacia candidatos. He sostenido que la situación de inseguridad que vive México es producto del abandono que este gobierno hizo de las instituciones de seguridad y de justicia. Se dice que llevamos dos sexenios con “la misma estrategia”. Nada más alejado de la verdad: si se hubiera seguido la misma estrategia, las tendencias de finales del sexenio pasado (repliegue del crimen organizado, avance del Estado y reducción de la violencia) se hubieran fortalecido. No tendríamos la grave situación que se vive en diversas zonas donde los delincuentes atacan impunemente a la sociedad, incluyendo a candidatos que participan en las elecciones.
Cuando hasta el candidato del partido en el poder critica lo que el gobierno ha hecho en seguridad es porque las cosas no pueden estar peor. El crimen está atacando impunemente a los candidatos a diversos cargos sin que la autoridad sea capaz de prevenir esos actos. El INE y sobre todo el gobierno federal está encargado de velar por la seguridad de las elecciones. Debe revisar qué candidatos y qué lugares deben protegerse en mayor medida.
Este es un ejemplo más de cómo pagamos las consecuencias de no haber invertido en el crecimiento y fortalecimiento de las instituciones de seguridad. El sexenio pasado la Policía Federal pasó de 6 mil a 36 mil elementos. Para este año deberíamos tener al menos 70 mil policías federales, cifra insuficiente pero le daría al gobierno el doble de capacidad de respuesta que sería más eficaz en capacitación y tecnología.
Algo que también es muy preocupante es hasta qué nivel la presencia del crimen organizado está incidiendo en la conducta de los candidatos. Habrá lugares donde las bandas delictivas no sólo tengan a “su” candidato, sino que a través del dinero y las amenazas tal vez ya se hicieron de la obediencia de todos los aspirantes a un cargo, o al menos de la promesa de que si ganan la elección, no se “meterán” con ellos. Sólo así se explicaría que en tantos municipios la autoridad local simplemente no haga nada respecto a la presencia del crimen organizado y prefiera culpar al gobierno estatal, y éste a su vez al federal. La captura del Estado comienza en las campañas electorales y eso es algo que los institutos locales y el INE deberían investigar junto con las procuradurías del país.
Un ataque contra cualquier candidato es un ataque contra toda la democracia, algo que pone en riesgo el proceso electoral. ¿Con qué seguridad va a ir la gente a votar en municipios donde matan impunemente candidatos? ¿Con qué tranquilidad querrá la gente participar como funcionario de casilla o como observador electoral? He aquí una razón más para rechazar con toda energía la propuesta de amnistía de López Obrador, porque es una invitación abierta al crimen organizado a controlar nuestra democracia.
POR CIERTO. La violencia verbal puede ser el preludio a la violencia física. Las redes sociales se han convertido en un hervidero de violencia verbal extrema de simpatizantes –reales y falsos– de algunos candidatos (particularmente de los de López Obrador). No pretendo que Twitter sea una feria de las flores pero la hostilidad es distinta a la violencia. Desde aquí les pido a mis seguidores en redes que nunca caigan en las provocaciones y que por ningún motivo se enganchen en ese tipo de discusiones que sólo abonan a crear un clima de odio en una elección que debe ser una fiesta democrática, pacífica y libre.
Abogada