Finalmente, el Presupuesto de Egresos de la Federación se presentó el 15 de diciembre. El presidente López Obrador tendrá el presupuesto más grande de la historia, por lo que no debería haber excusas para no dar resultados. Pero, tal como lo imaginábamos, se prefirió el gasto corriente en lugar de la inversión: más de 150 mil millones de pesos adicionales para repartir entre clientelas.
No podemos llamarnos a sorpresa. Desde la campaña, él nos fue avisando sus planes: crear una base político-electoral de mexicanos que dependan del Ejecutivo para recibir apoyos, no construir capacidades para el desarrollo ni el progreso. Desgraciadamente, tampoco le importa mucho el tema de seguridad porque la Fiscalía recibirá menos dinero. Lo mismo pasará con la Marina y, aunque hay aumento para el Ejército, parece que los recursos se irán a crear la Guardia Nacional. También se reduce el presupuesto para las universidades, incluyendo a la UNAM, al mismo tiempo que se les pide aumentar la matrícula.
Preocupa que la ideología le va ganando a la razón. Pero ni así se entienden las decisiones. Si se trataba de proteger al pueblo, pues extraña que se baje el presupuesto en la educación y en ciencia y tecnología. Ya se anunció que el Seguro Popular se elimina, pero no parece que haya planes claros de cómo sustituirlo. Y aunque el cambio climático afecta siempre más a los pobres, la drástica reducción del presupuesto para medio ambiente demuestra que, más allá del show, la “Madre Tierra” les tiene sin cuidado.
Con el presupuesto se cierra una semana intensa en anuncios: sostener la prisión preventiva para cualquier clase de delitos, lo que dará lugar a más inocentes en la cárcel, mayoritariamente los pobres. Una reforma al Artículo 3º que elimina al INEE, que hacía un gran trabajo para elevar la calidad de la educación. Una inopinada declaración del secretario de Educación, quien dice que ya los niños pueden copiar. En salud, elimina uno de los programas que han sido ejemplo de muchas políticas públicas, anunciando cosas que ya se hacían (que en emergencias todos los hospitales estaban obligados a atender) sin decir nada de la portabilidad. Preocupa también que se reduzcan los recursos a las entidades federativas, a pesar de que muchos gobiernos locales están al borde de la quiebra y que son encargados de prestar los servicios más cercanos al ciudadano. Llama la atención que un gobierno que invoca para todo a la historia de México, olvide lo que le costó al país rechazar el centralismo y construir una República fundada en un pacto federal.
POR CIERTO: En medio del odio y la confrontación, no estaría mal que tomáramos un respiro, nos apegáramos un poco más a las historias de estos días y recordemos las tradiciones familiares que nos hablan de amor, de familia, de unidad y de paz. Muchos mexicanos católicos estamos en una etapa que se llama Adviento (Espera: como tiempo y como verbo). Como muchos saben, ayer iniciaron las posadas. Pero también inicia una tradición que mi madre nos trató de transmitir: el rito hispano-mozárabe. Los moros invadieron España por siglos, pero las familias de Toledo que eran cristianos pagaban un tributo al califa para que pudieran seguir un culto cristiano en el mundo musulmán. Cuando viene la Reconquista, el papa autoriza conservar el propio rito con sus liturgias. Uno de esos ritos fue el de la Virgen de la O. Además de una historia de libertad religiosa y de esfuerzo por mantener la identidad y el respeto, familiarmente era una espera entretenida a través de las siete antífonas: Sapientia, Adonai, Radix, Clavis, Oriens, Rex y Emmanuel. La letra inicial de cada uno, leída a la inversa es “ERO CRAS” que significa: seré mañana, vendré mañana. Será una semana de Espera, por lo que, en medio de tanto torbellino y conflicto, podríamos tener un respiro para darnos cuenta qué estrella es la que nos mueve, qué es lo que admiramos y a quién vemos en los otros.
Abogada