El tercer domingo de junio se celebra en nuestro país el Día del Padre, una oportunidad para abordar el principio de igualdad desde una diversa perspectiva, en la que se involucra la acción de los hombres en favor del cambio cultural que se requiere para alcanzar la plena igualdad.
Las diferencias biológicas entre hombre y mujer hicieron que desde los albores de la humanidad desempeñaran roles totalmente distintos. La fuerza física del hombre resultó ser más apropiada para procurar el sustento familiar. En tanto que la constitución física de la mujer, considerada más débil, encontró un mejor desempeño en las labores del hogar.
La evolución cultural, científica y tecnológica de la humanidad permitió que cada vez más las actividades productivas fueran precedidas de estudios técnicos y universitarios que se entendieron adjudicados en exclusiva a los varones. La mujer quedó relegada a las funciones del hogar, dependiente siempre de la familia.
Diferentes episodios bélicos obligaron a la mujer a ocuparse, además de las tareas del hogar, en actividades productivas para suplir la ausencia de los hombres que partían a la guerra.
Largo ha sido el proceso de incorporación de la mujer en las actividades políticas, económicas y sociales. Transcurrieron 19 siglos para que asumiera tareas antes reservadas a los varones.
Aunque todavía falta camino por recorrer, los avances han sido significativos. Se han impulsado importantes cambios legales, instrumentado políticas públicas y medidas que tienden a compensar esa notoria desigualdad y a erradicar la discriminación y violencia en su contra.
Sin embargo, el cambio cultural no podrá lograrse a cabalidad sin la participación y el compromiso de los hombres con la igualdad de género. Esto es lo que hoy se reconoce como el ejercicio de las masculinidades por la igualdad de género.
La conciliación entre la vida laboral con la familiar y personal, por ejemplo, que exige la corresponsabilidad en función al interés de la familia, a fin de que todos sus miembros puedan desarrollarse satisfactoriamente en todos los ámbitos.
La creación de paternidades integrales, a través de impulsar una paternidad proactiva, no reducida al papel de proveedores, sino involucrados en la educación y formación de los hijos, desde su nacimiento.
Con estos fines se han establecido licencias de paternidad que se otorgan en los casos de nacimiento o adopción a los padres para posibilitar pasar tiempo con su pareja, el recién nacido y los hijos mayores. O las licencias de cuidados parentales, que permiten tanto a la madre como al padre extender el cuidado del bebé después de la licencia de maternidad.
Por otra parte, la igualdad de la mujer en relación al hombre ha propiciado el reconocimiento igualitario de derechos, por ejemplo, en el ámbito laboral y de seguridad social.
Es el caso del servicio de guarderías que presta el IMSS, cuya normatividad lo reserva a las mujeres y excepcionalmente a los hombres viudos, divorciados o con custodia judicial, siempre que no contraigan matrimonio; lo mismo tratándose de la pensión de viudez, que sólo se concede al hombre viudo condicionado a que se encuentre incapacitado y a la total dependencia económica de la mujer fallecida.
A partir del principio de igualdad laboral, la Corte reconoció el derecho a gozar de estos beneficios también a los varones. Es así, como este principio juega en favor de unos y otros, y en beneficio de la sociedad.
Si todas y todos asumimos nuestro compromiso, no tengo duda que el cambio se acelerará, en la medida que estas nuevas masculinidades se dan básicamente en el entorno familiar, generando nuevos modelos de conducta que trascenderán a la sociedad.
La celebración del Día del Padre, lo mismo que la del Día de la Madre, han de ser motivo de una convivencia familiar en la que prevalezca el reconocimiento mutuo, relaciones igualitarias y de pleno respeto, que sean nuestro legado para las nuevas generaciones. Un legado de igualdad.
Ministra en retiro de la SCJN.
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