El pasado viernes 23 de noviembre el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, le dijo a Azucena Uresti en entrevista para el periódico Milenio en relación a lo que puede esperarse de su sexenio en materia de crecimiento económico: “Vamos a ir creciendo, el último año espero crecer a 6%, el promedio del sexenio 4%. Mi meta es el doble del crecimiento obtenido en todo el periodo neoliberal que en 36 años creció 2% (anual promedio), yo el doble en 6 años”.

En la planeación empresarial distinguimos entre Wishful thinking y proyecciones realistas que están soportadas en lo que se ha hecho en el pasado y las acciones futuras factibles que se va a emprender.

López Obrador mañana será presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y deberá presentar al pueblo de México expectativas realistas y compromisos concretos sobre qué esperar de su mandato. Deberá entender que la campaña ya terminó y que a partir de mañana será presidente de todos los mexicanos. Deberá moderar las expectativas asumiendo con madurez la realidad y aceptando su responsabilidad como máximo líder; imprimiendo certidumbre sobre el rumbo trazado.

Andrés Manuel deberá entender que la confianza es el lubricante de la economía, pero la inversión es el motor. Por tanto, sin confianza no hay inversión y sin inversión no hay crecimiento económico; por eso nuestro país debe ser atractivo y confiable a la inversión productiva, lo cual implica que las acciones de gobierno deben encaminarse a incrementar la atractividad y confiabilidad para los habitantes, los turistas y los inversionistas.

El combate a la inseguridad y a la corrupción, así como la construcción de un verdadero Estado de Derecho pueden abonar en ese sentido. Históricamente México siempre ha sido atractivo, lo que no ha sido es confiable.

El discurso contradictorio del presidente electo, su estilo personal de eludir su responsabilidad y pretender siempre trasladársela a otros ha terminado por generar gran incertidumbre, incluso miedo, en muchos empresarios e inversionistas.

Siempre he sostenido la idea de que la confianza se gana en abonos y se pierde de contado. AMLO ya perdió la confianza del sector empresarial y de los inversionistas, sin haber tomado posesión del cargo todavía. ¡Grave error!

¿Cómo creer en alguien que el día de mañana se contradice o incluso niega que dijo lo que dijo? ¿Cómo creer en alguien que nos dice que su trabajo es consultar, es preguntar, comunicarse con campesinos, indígenas, obreros, comerciantes, intelectuales, periodistas y empresarios, y luego dice que para comunicarse con estos últimos debe consultar al pueblo?

El presidente López Obrador debe entender que será presidente de todos los mexicanos y deberá gobernar el país de todos y para lograr esto tendrá que aprender a establecer prioridades. Las prioridades para generar inversión productiva y por tanto crecimiento económico deben ser estabilidad y confianza. La sola inversión pública no le va a alcanzar para generar un ritmo de crecimiento económico como el que desea y el país necesita. Muchas cosas hay que corregir en nuestro país, el PRI prostituyó todo, incluso al PAN. El dilema electoral del pasado 1 de julio fue elegir entre un proyecto de mejora continua (gatopardista) que nos planteaba seguir haciendo lo mismo pero mejor; o un proyecto de mejora discontinua, es decir disruptiva donde había que empezar hacer nuevas cosas y bien.

Espero que el presidente AMLO lo entienda y se asesore correctamente y no pretenda gobernar con caprichos personales para que no acabe con el país, ya que sin crecimiento económico no habrá cuarta transformación.

Bienvenida la verdadera transformación de nuestro país, no más simulación, no más demagogia, no más corrupción, no más populismo, no más abuso del poder. El pueblo mexicano necesita una transformación que lo libere de sus libertadores.

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