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El 10 de febrero en un evento público en Cuautla, Morelos, un opositor a la termoeléctrica de Huexca, Morelos, se pronunció en contra de la posible operación de la planta. El presidente Andrés Manuel López Obrador les dijo a todos los presentes: “Vamos consultar a la gente… vámonos a la democracia”. La consulta organizada por Gobernación —23 y 24 de febrero— para definir la pregunta ¿Está usted de acuerdo que inicie la operación del Proyecto Integral Morelos y la Termoeléctrica de Huexca de la CFE?, tuvo una nutrida participación: más de 55 mil participantes; 60% votó por el sí a la pregunta y 40% en contra. Una franca mayoría votó por el sí a una termoeléctrica terminada que costó aproximadamente 25 mil millones de pesos, detenida por un acueducto inconcluso en un tramo de 150 metros. De no ponerse en operación la termoeléctrica, habría que comprar electricidad a empresas extranjeras, a precios elevados. La termoeléctrica tiene la capacidad de alumbrar a todo el estado de Morelos, comunidades rurales, domicilios urbanos, comercios, industria, para cumplir con el principio de que la electricidad es un bien público, para el desarrollo económico y la justicia social.
Los opositores a la planta son grupos organizados que, en general, argumentan posible desabasto o contaminación del agua, riesgos de desastres cuasibíblicos por la cercanía con el Popocatépetl, argumentos fantasiosos que no se verifican en la realidad; no hay evidencia de esos desastres en alguna de las múltiples termoeléctricas similares. Desde el anuncio de la consulta, estos opositores intentaron descalificarla, diciendo que no vale; luego intentaron sabotearla con el robo de algunas urnas; se organizaron para votar en contra. Concluida, dijeron que hubo irregularidades. Todo esto amplificado por los medios. Pero, aún con esto, la victoria por el sí fue masiva y contundente: participaron y perdieron. En cambio, de ninguna forma, se vio algún tipo de influencia a favor del sí. Incluso, votaron a favor los ejidatarios, los dueños del agua, organizados en una central. El gobierno federal les había asegurado el acompañamiento de la ONU para vigilar que no se contaminen aguas y la contraprestación justa por la misma.
La crítica a esta consulta es semejante a todas aquellas que se han planteado. En general, son los mismos críticos con similares argumentos: “no tienen el rigor que dan las instancias electorales”, “se saltan a las instituciones”, “son instrumentos populistas”. Estos son pretextos elitistas, que ven la democracia sólo a través de procesos formales, con procesos, decisiones oficinescas, tecnocráticas, que terminan siendo decisiones que desprecian la participación popular. De fondo, cuestionan el mecanismo de consulta ciudadana por el temor que tienen a la democracia directa, participativa, cotidiana, popular, sobre cualquier tema que interese al gobierno o a la ciudadanía. Diversos especialistas reconocen las ventajas de la consulta directa: “favorecen un tipo de gobierno más cercano a la ciudadanía;… obligan a los representantes a responder a las demandas populares siempre, no solamente en los momentos electorales. Los dirigentes se ven en la necesidad de tomar en consideración el pulso de la opinión pública antes de tomar decisiones; estimulan la participación ciudadana;…contribuyen a la educación y a la socialización políticas, y son medios de expresión de la voluntad popular;… su aplicación conlleva a una apertura de los métodos de decisión pública” (Jean-Francois Prud’homme, Consulta popular y democracia directa, INE). Además de las ventajas democrático-populares, gubernamentales, que ofrece la consulta, los beneficios indiscutibles que traerá la termoeléctrica, fortalecen este proyecto que el Presidente decidió rescatar y puso a consulta, donde la mayoría que participó está rotundamente a favor. Eso es democracia real.
Exsenador y titular de la CFE