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Con el acuerdo alcanzado con Estados Unidos el pasado 7 de junio, se consiguió lo que constituía la prioridad para México que es evitar la arbitraria imposición de aranceles a los productos mexicanos exportados a Estados Unidos, con que había amenazado el presidente Trump. También se evitó, por la negociación, la vía de responder a las amenazas y provocaciones verbales, con una política espejo, es decir, con la aplicación de aranceles a productos estadounidenses, lo que equivale a embarcarse en una guerra comercial, en la que nunca hay ganadores. Basta observar que incluso China, que es hoy una potencia económica, expresó su reticencia a recurrir a esa vía y sólo ante la terquedad del presidente estadounidense ha tenido que responder con medidas semejantes. Es evidente que dada la asimetría entre las economías de México y Estados Unidos, nosotros resultaríamos más perjudicados en una guerra comercial.
También es cierto que en caso de haberse aplicado los aranceles, a pesar de la oposición de los representantes demócratas y un sector de los republicanos, que a lo mejor los hubieran bloqueado en el Congreso, también Estados Unidos resultaría muy afectado por la vinculación existente entre las dos economías, y en especial porque a fin de cuentas, alrededor del 80 por ciento de las exportaciones manufactureras de México las realizan empresas extranjeras, la mayoría estadounidenses, que con los aranceles verían mermadas sus ganancias.
Otro aspecto del acuerdo es que se estableció el compromiso de buscar la creación de focos de desarrollo en los países de los migrantes, con lo cual se atiende, por primera vez, a las causas que han determinado el aumento sin precedentes de las corrientes migratorias.
Desde luego, como en toda negociación, y con mayor razón en ésta donde priva la arbitrariedad y la sinrazón, también hay costos para México. En cuanto al despliegue de la Guardia Nacional, falta ver en concreto si efectivamente se respetan los derechos humanos de los migrantes, pues si bien se ha pactado el despliegue de 6 mil efectivos, lo importante, que depende de los mandos mexicanos, es su actuación en el terreno. En lo que atañe a la atención a los migrantes, mientras esperan la resolución de Estados Unidos, hay que destacar dos aspectos. En primer lugar, que la política estadounidense de expulsar de su territorio a los migrantes, mientras toma un largo tiempo para resolver, ya la está aplicando de facto desde hace varios meses y ante ello, México sólo puede o deportarlos a sus países o darles asilo durante la espera. Y aquí hay que recordar que México, al lado de más de 160 países convocados por la ONU, firmó el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, conocido como Pacto de Marrakech, en el que todos, además de reconocer las aportaciones de los migrantes, establecieron el compromiso de respetar sus derechos humanos y también de proporcionar servicios básicos y atender la situación de vulnerabilidad por la que atraviesan los migrantes.
Hasta el momento, México ha podido librar los peores aspectos de la ofensiva emprendida por Trump, sin embargo, hay que recordar que en sólo tres meses se realizará una revisión de los resultados y es difícil prever el futuro cuando se enfrenta la arbitrariedad y la injusticia. No hay que olvidar la importancia de la solidaridad de los alcaldes de EU, así como de la unidad nacional ante los peligros afrontados porque la espada de Damocles sigue ahí.
Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM e
Integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica,
Política y Social CACEPS. caceps@gmail.com