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El pasado 1 de julio, Andrés Manuel López Obrador ganó de forma decisiva las elecciones presidenciales de México. Obtuvo 53% del voto, lo cual le dio una ventaja de 30 puntos sobre su contendiente más cercano. La coalición de su partido, Morena, que formó recientemente, obtuvo una mayoría de los asientos en el Congreso.
¿A quién acaba de elegir el pueblo mexicano? Con su combinación de populismo de izquierda y vigoroso nacionalismo, AMLO ha sido descrito tanto como el Donald Trump de México, así como la respuesta de México a Donald Trump. Por meses, expertos en relaciones internacionales se han alarmado ante la posibilidad de un gobierno encabezado por López Obrador, pensando que la relación entre los dos países, que ya están bajo presión, empeorará.
Sin embargo, no tiene que ser así. Creemos que si el próximo presidente de México mantiene las promesas pragmáticas que hizo durante su campaña, podríamos ver una renovación en las relaciones bilaterales muy necesaria.
El primer desafío para López Obrador será la transición desde campaña a gobierno. En ciertos aspectos, AMLO ya tiene ventaja: rompiendo con la tradición, anunció los miembros de su gabinete meses antes de la elección. Ambos hemos tenido la oportunidad de reunirnos con miembros del equipo de López Obrador, y nos han parecido sensatos, enfocados, y prácticos, más interesados en servir a su país que en seguir alguna ideología. Lo que podría ser lo más importante es la larga relación de AMLO con su asesor Alfonso Poncho Romo, un empresario de larga trayectoria que se convertiría en el jefe de la Oficina de la Presidencia, lo que sugiere que el nuevo presidente de México buscará ser un reformista en vez de un radical y un agente no del caos, sino del cambio.
Asimismo, los miembros de su eventual gabinete deberán considerar tener una actitud de unidad y coalición. Aunque AMLO se lanzó y ganó como un candidato reformista, tendrá que extenderle una mano a facciones del establishment tradicional mexicano para tener éxito.
Como alcalde de la Ciudad de México a principios de la década pasada, López Obrador se aprovechó de alianzas público-privadas y no tuvo miedo de trabajar con políticos opositores. Fue una estrategia ganadora —terminó su mandato con 85% de aprobación— y si la repite como presidente, irá por buen camino y podrá demostrar que los que dudaban, se equivocaron.
Aun así, la transición de candidato a comandante en jefe es sólo el primer paso. Cuando logre completarlo, AMLO deberá decidir cómo gobernará. Deberá considerar políticas económicas eficaces y sensatas que le permitan cumplir con sus promesas y brinden certeza al sector privado que es el principal promotor del crecimiento y generación de empleos en México.
Un gran reto inicial de su política económica será el sector energético. El gobierno actual llevó a cabo grandes reformas constitucionales diseñadas a promover mayor inversión privada y menos control gubernamental en el sector. ¿Hará López Obrador todo lo posible para revertir los cambios hechos por su antecesor? ¿O podrá, a pesar de sus inquietudes, aceptarlos? Esto le daría un mensaje claro a la comunidad empresarial de que el nuevo presidente de México es alguien con quien pueden trabajar.
De igual importancia será demostrar claramente el respeto a la Constitución mexicana, lo cual sería prueba del compromiso de AMLO con el Estado de derecho. Todos los líderes que recién llegan al poder enfrentan la tentación de sobrepasarse. Eso es especialmente cierto para aquellos que, como López Obrador, llegan tras una victoria contundente. Sin embargo, AMLO deberá evitar la soberbia que con frecuencia acompaña apoderarse de la Presidencia. No hay duda de que recibió el mandato para cambiar políticas públicas —reducir la desigualdad de ingresos, mejorar la seguridad, atacar la corrupción, y mucho más. Pero sólo respetando las instituciones podrá cumplir las promesas de campaña sin poner en riesgo la economía.
En cuanto al TLCAN, López Obrador deberá ser cuidadoso y tendrá que buscar una manera para cumplirle a sus seguidores sin causar una crisis en el país. Su equipo prometió no renegociar acuerdos cerrados antes de su toma de posesión el 1 de diciembre, lo cual es un buen comienzo. También debería aclarar que si no se logra un acuerdo antes de esa fecha, él continuará negociando de buena fe en vez de descartar el Tratado. Al enviar esta fuerte señal, AMLO logrará darles confianza a los líderes empresariales —lo cual sería un logro importante para salvaguardar el crecimiento económico y estabilizar el peso.
Por supuesto, no es solamente la comunidad empresarial con la que AMLO tendrá que trabajar. También tendrá que lidiar con EU, algo que no será fácil. Tal como a Trump, a López Obrador no se le conoce por ser medido con sus palabras. No obstante, podría ser precisamente por sus similitudes que López Obrador tiene una verdadera oportunidad de renovar las relaciones constructivas. Su tono cauteloso hacia Trump en la campaña sugiere que en el fondo es objetivo. Debería estar dispuesto a reunirse de buena fe con su contraparte estadounidense y buscar áreas de común interés.
Si lo hace, el gobierno de Trump deberá comportarse de manera más constructiva que en el pasado. Como orgulloso nacionalista, seguramente Trump entiende que usar una retórica ofensiva hacia los mexicanos, y hacia los latinos en general, envenena el ambiente para lograr acuerdos. Como discípulo de su doctrina de “Estados Unidos Primero”, seguramente entiende que nuestra seguridad requiere cooperación con las Fuerzas Armadas, inteligencia, y policía mexicanas. Con esto en mente, Trump debe atenuar sus declaraciones, extender una mano de amistad genuina y hacer su parte para reiniciar buenas relaciones.
Los pasos que hemos delineado —la transición de la campaña al gobierno, la implementación de políticas económicas sensatas y la colaboración constructiva con Estados Unidos— no son pronósticos. No pretendemos saber cómo se desenvolverá la Presidencia de AMLO. Pero conocemos personalmente a López Obrador y miembros importantes de su equipo, y conocemos bien a México y a la región. Estamos convencidos de que si el próximo presidente de México toma decisiones sensatas, especialmente en los próximos meses, tendrá la oportunidad de ofrecerle prosperidad y seguridad a su pueblo, mientras que abre las puertas a una nueva era en las relaciones entre su país y Estados Unidos.
Enviado especial para las Américas en el gobierno de Bill Clinton y ex embajador de EU en México