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La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) anunció (jul/30) una reducción del 39.2% en el flujo de migrantes que intentan cruzar por México hacia Estados Unidos. Un hecho sin precedente si se considera que esta reducción fue en tan solo tres meses. ¿Debemos tomar esto como un mero dato, como una victoria militar o como una buena notica en la agenda de política exterior?
En sólo ocho meses la política migratoria mexicana sufrió un viraje de 180 grados. En octubre 2018 el presidente electo dio la bienvenida a los migrantes centroamericanos. En diciembre les ofreció visas humanitarias. En abril desaparecen las visas humanitarias y en junio despliega la guardia nacional, compuesta esencialmente por militares, para detener a los migrantes centroamericanos y devolverlos a sus países de origen. ¿Que originó este brusco viraje en la política mexicana?
De ser un tema de la SEGOB, responsable del diseño e implementación de políticas migratorias, a partir de abril las decisiones en materia migratoria pasaron a ser del ámbito y jurisdicción de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Desde entonces la política migratoria mexicana se negocia y se decide en Washington.
El actual gobierno, prolífico en ideas y ocurrencias - pero pobre en políticas y estrategias de gobierno- arranca con un planteamiento humanitario que no mide ni alcances ni consecuencias. La esperada reacción del norte no se hace esperar. El gobierno de Donald Trump ataca con todo para evitar que la política del presidente de México incremente el flujo de indocumentados a su país. Esto contraviene su nacionalismo a ultranza y, sobre todo, sus planes electorales. Las presiones llegan al extremo y México, sin nada a cambio, accede a las exigencias Trump.
Esta desafortunada historia pone en evidencia la ausencia de una política migratoria por parte del Estado mexicano, del actual gobierno y de sus antecesores. En un santiamén el gobierno de México cambia radicalmente su posición y esto no contraviene ni su política ni su estrategia migratoria. Y no lo hace porque en realidad no existen.
El episodio deja también en claro que la incitativa presidencial, anunciada desde octubre 2018, no pasaba de ser una ocurrencia, sin política y sin estrategia. Anunciar en paralelo un programa de apoyo económico a Centroamérica para evitar la salida de migrantes, con el compromiso y fondos de Estados Unidos, refleja una falla estructural en el conocimiento del perfil e intenciones de Donald Trump.
La amenaza de imposición de aranceles a México tenía poca viabilidad. Demasiados intereses en EUA resultaban afectados. Y estaban dispuestos a detenerla. Sin embargo, lo que suceda con los inmigrantes extranjeros en Estados Unidos no tiene mayor costo. Y lo mismo parece suceder en México. De la misma forma en que el actual gobierno cambio drásticamente su política migratoria sin importar las consecuencias, tampoco a los mexicanos les produjo mayor problema aceptar que sus militares contengan los flujos migratorios. La tradicional hospitalidad mexicana ¿mito o realidad?
Y al final, ¿no resulta un poco extraño que López Obrador, que condena cada tercer día la política económica neoliberal proveniente de Washington, no tenga ningún problema en aceptar que desde ahí se imponga la política migratoria mexicana? ¿Tocará ahora ir al Angel de la Independencia a celebrar las noticas de Relaciones Exteriores?
lherrera@coppan.com