Luis Herrera-Lasso

Las guerras del siglo XXI

La ética, la moral y la justificación política de la guerra no han cambiado. Lo que ha cambiado son los medios para hacerla

22/12/2017 |02:11
Redacción El Universal
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El término civilización se introdujo en la segunda mitad del siglo XVIII cuando el pensador francés Condorcet la definió como “una sociedad que no necesita de violencia para promover cambios políticos”. En 1771, John Millar la refiere como “las refinadas costumbres que son el fruto natural de la prosperidad y la seguridad”. Ya en el siglo XXI, Rob Riemen concluye: “no puede haber civilización sin prosperidad y seguridad”. Según estas definiciones, la civilización se podría medir por los niveles de violencia en la interacción con el otro.

Si nos atenemos a estas definiciones originarias, difícilmente podemos hablar de un mundo civilizado en el siglo XXI, pues no sólo se mantienen las formas más tradiciones de guerra, sino que se han incorporado otras nuevas, más sofisticadas y, sin duda, con mayor capacidad de destrucción. La revolución tecnológica del siglo XX generó nuevos paradigmas.

En la segunda mitad del siglo XX la principal preocupación eran las armas nucleares. El balance de poder entre las superpotencias y las estrictas reglas del llamado club nuclear, mantuvieron en buen resguardo el planeta. Sin embargo, la carrera no se detuvo. Países como Israel, Irán y, más recientemente Core del Norte, han desarrollado poder militar nuclear como medio de contención, amenaza o chantaje en sus relaciones internacionales que son vistos por otros como una grave amenaza a su seguridad.

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Y el siglo XXI amaneció con una nueva dinámica de guerra, no convencional y de larga data, ahora promovida y ejecutada por los radicales islamistas. La diferencia, que no es menor, estriba en el acceso que pueden tener en este siglo los actores no estatales a los medios de destrucción masiva. El uso legítimo de la fuerza por parte del Estado, como principio básico de la política nacional e internacional, ha perdido vigencia a consecuencia de la expansión y accesibilidad de los medios masivos de destrucción. Esto vale igual para terroristas internacionales que para el crimen organizado.

Pero ahí no termina la historia. En 2014, mediante el uso de la fuerza, el ISIS se apoderó de parte del territorio de Siria e Irak con la pretensión de formar un nuevo Estado. En 2015 Rusia utilizó el modelo de guerra de conquista territorial en Ucrania. En el primer caso fueron actores no estatales, pero en el caso de Rusia fue claramente un Estado, que para disfrazar su guerra de conquista envió a sus soldados sin insignias.

Más complicado es el escenario cuando incursionamos en el ciberespacio, tierra de todos y de nadie, en donde se libran guerras de información y propaganda. La Rusia de Putin se ha vuelto emblemática en el uso de estos medios. China es el número uno en su uso en política interna y actores menores, como Corea del Norte, han logrado ya dar algunos golpes. En todos los casos son políticas de Estado.

¿Vivimos entonces en un mundo civilizado cuando la violencia sigue permeando en las relaciones entre Estados y al interior de los Estados? Uno de los conceptos más antiguos es la guerra contra los bárbaros. La destrucción militar del ISIS, resultado de una alianza entre las principales potencias, está política y moralmente justificada desde la perspectiva de la civilización. Por el contrario, los golpes de terroristas en Estados Unidos o Europa son vistos como producto de la barbarie.

Al final la ética, la moral y la justificación política de la guerra no han cambiado. Lo que ha cambiado son los medios para hacerla y los involucrados. ¿De qué depende que las cosas sean distintas? Goethe, en las postrimerías del siglo XVIII, nos deja una respuesta: “Si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia”.

Consultor en temas de seguridad y política
exterior. lherrera@coppan.com