Más Información
Elección judicial: 65% de aspirantes son hombres; Comité de Evaluación del Poder Legislativo busca paridad de género
Ssa firma convenio para reconocer atención a la violencia sexual como emergencia médica; busca prevenir la revictimización
Se requieren mayores recursos en el Presupuesto 2025 para mejorar escuelas, asegura SNTE; destaca certeza laboral para maestros
UNAM y AAPAUNAM instalan mesa de negociación para revisión salarial; entrará en vigor en febrero de 2025
El Estado de Israel surge en 1948 como resultado de una decisión de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la comunidad internacional organizada decidió que era de justicia otorgarle a la comunidad judía un territorio y apoyar la creación de su propio Estado. El problema estribó en que no existían territorios disponibles o en venta para la creación de nuevos Estados. La creación de Israel se hizo a expensas del Estado Palestino.
Desde el arranque, la disparidad de fuerzas fue evidente. La comunidad judía, como pocas, contaba con una extensa red internacional de apoyos políticos y financieros. A esto se sumaba su extraordinario capital humano, en la vanguardia en prácticamente todos los campos de las ciencias y las artes, el comercio y las finanzas. El pueblo palestino, por su parte, salía de una fase de dominación colonial con una población caracterizada por sus bajos niveles educativos, condiciones de pobreza y precaria organización política y social.
Muy rápidamente la comunidad judía logró organizarse en su nuevo territorio, desarrollar una pujante economía y capacidades militares que muy pronto rebasaron las de sus vecinos. Esto último a partir del principio de legítima defensa, al verse rodeado de comunidades árabes, percibidas como la mayor amenaza a su existencia. Durante décadas han fluido los generosos apoyos económicos, políticos y militares del exterior, de gobiernos y de miembros de la comunidad judía, asentados en enclaves en los países más ricos. El contraste con los palestinos no podría ser mayor.
En 1948, David Ben-Gurión, flamante primer ministro de Israel, en su discurso inaugural afirmó que el territorio de Israel era lo que hasta ese momento se había conseguido, pero que su expansión dependería de las próximas generaciones. Desde entonces se han sucedido cinco guerras entre Israel y sus vecinos y, en todas, el Estado de Israel ha logrado una nueva tajada del territorio. A la fecha, el gobierno de Israel ha propiciado la ocupación ilegal de territorios palestinos en donde se encuentran asentados más de 700 mil israelitas.
A lo largo de las últimas décadas, la comunidad internacional ha buscado con sentido de justicia reivindicar la causa de los palestinos mediante la aprobación de una resolución de Naciones Unidas que apunta hacia la creación de dos Estados, con los mismos derechos sobre Jerusalén, símbolo de identidad tanto para israelitas como para palestinos. Se han votado reiteradas resoluciones que obligan a Israel a respetar los acuerdos territoriales. El gobierno de Israel, una y otra vez, ha hecho caso omiso de dichos mandatos. Y por ello prácticamente no ha debido pagar ningún costo. Los apoyos externos no se han detenido y ahora Israel es una potencia con clara vocación de dominio sobre territorio y población palestina, sin el menor interés en la creación de los dos estados.
La creación de Israel tuvo fallas de origen y quienes tomaron la decisión sabían que el acomodo de esta pieza en el Medio Oriente no sería tarea fácil. Sin duda han existido esfuerzos, dentro y fuera de Israel, por emparejar la cancha y crear condiciones para una coexistencia con menor tensión y mayor cooperación. Hasta ahora dichos esfuerzos han sido infructuosos.
La decisión de la familia Trump de regresar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén legitima la postura expansionista del actual gobierno de Israel, cancela cualquier avance en las negociaciones de paz en el corto y mediano plazos y genera mayor tensión en el complicado escenario regional. Muestra clara de la incapacidad de la comunidad internacional organizada para corregir sus propios errores. Estados Unidos deberá cargar con la carga histórica de sus actos. Nuestra sentida solidaridad a todos los miembros de la comunidad judía que no secundan la insensatez.
Especialista en temas de seguridad y política exterior.
lherrera@ coppan.com