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Para Doña Rosario y la familia
Morales Noriega.
El pasado 21 de julio falleció José Morales Mancera; mexicano valioso y singular. Su servicial y fructífera vida fue un haz de habilidades y conocimientos poco común en una persona.
Lo conocí en los últimos años de la década de los setentas pasados. Dictaba una conferencia sobre filosofía de la empresa, en un evento organizado por la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex); me atrajo la forma sencilla, práctica y deliciosamente divertida como explicaba ideas y desgranaba conceptos a un público de hombres de negocios, evidentemente no habituados a la reflexión de carácter filosófico.
No pasó mucho tiempo para enterarme que la destreza con la que dominaba las categorías filosóficas y las aplicaba a las pragmáticas exigencias de los negocios, era producto de una rigurosa formación intelectual y a su actividad profesional exigente de precisión y claridad.
Pepe había explorado en su juventud la vocación al sacerdocio y cursó, en la Compañía de Jesús, diversos grados hasta finalizar el filosofado. La convivencia como alumno y condiscípulo de eminentes intelectuales jesuitas le proporcionó la preparación y la disciplina mental para ser un pensador profundo.
No siguió la carrera eclesiástica y para hacerle frente a la vida optó por la administración y la contabilidad. Nunca le escuché decirlo, pero intuyo que descubrió, en el fondo de las cuentas y balances de las empresas, un entramado de realidades humanas y sociales que estimularon su vocación primaria de filósofo. Lo que siguió fue natural; comenzó hacer filosofía desde y para aquellas actividades.
El hecho es que nunca dejó de lado el ejercicio filosófico. Entre el despacho contable y las lecturas y reflexiones trascendentes y metafísicas, se convirtió en un exitoso profesionista al que muy pronto recurrieron firmas importantes e instituciones para formar cuadros, proporcionar asesorías, aconsejar en la resolución de problemas e, incluso, hacerse cargo de su administración.
Fue así como se convirtió en miembro de consejos corporativos, asistente de organizaciones de beneficencia y directivo de patronatos. A muchas de esas entidades las salvó del riesgo de desaparecer.
¿Cuál era su atractivo para ser convocado y acudir en auxilio de capitanes de empresa emproblemados y culminar su encomienda con éxito? No tengo duda que además de su intachable honradez, categoría humana y calidad profesional, lo que lo hacía distinto y distinguible era su manera de enfocar, las cuestiones prácticas de las empresas desde una perspectiva filosófica, lo que le permitía dotar a sus diagnósticos, recomendaciones y diseños estratégicos de una contundente lógica y racionalidad. Encontraba salidas y propuestas novedosas, extraídas de su acervo intelectual mixto; como hoy se dice, fuera de la caja, de las típicas recetas administrativas y contables.
Morales Mancera es parte de la corriente intelectual mexicana de humanistas de inspiración católica. Maestro, conferencista; formó parte del cuerpo docente del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), en donde hizo mancuerna con otro gran filósofo: Carlos Llano Cifuentes. En la Universidad Panamericana dictó la cátedra de Filosofía Política y Social. En la Unión Social de Empresarios de México (USEM), junto a otro distinguido filósofo-jurista, Efraín González Morfín, participó en los cursos de formación social. En la Coparmex fue un elemento clave en el programa de formación de liderazgo.
Publicó diversos libros y escribió en revistas especializadas decenas de artículos. Su último libro fue su tesis doctoral en la Universidad de Navarra: Filosofía para psicólogos, psicología para filósofos (2003).
Descanse en paz Pepe, hombre bueno y sabio. Sirvió a su patria sin demagogia, fantochería y protagonismo. Para él aplican las palabras de homenaje a los ilustres: Son personas que no se entierran, se siembran.
Analista político. @LF_BravoMena