Cuando el empresario brasileño Marcelo Odebrecht optó por revelarlo todo en uno de los casos de corrupción más emblemáticos de la historia reciente, se conocieron detalles sobre un exitoso esquema de negocios basado en relaciones, influencias y cooptación.
Unos meses antes, gerentes y empleados fidelizados, formados en la peculiar cultura empresarial del gigante brasileño, se indignaron por la afrenta a su líder y portaron camisetas con la leyenda “Todos somos Odebrecht”.
La dinastía Odebrecht empezó su reinado de la construcción con Emil, el bisabuelo. Este inmigrante alemán formado en el luteranismo transmitió a sus herederos la mística del trabajo y la necesidad de crecer y perpetuar. Luego vinieron Norberto, el abuelo; Emilio, el padre y finalmente Marcelo, “el príncipe”. Todos sobresalieron en los círculos de la política y la alta sociedad brasileña, estableciendo relaciones y contratos con gobiernos militares y civiles. No discriminaron ideología o filiación partidista.
En el 2013, la revista Forbes ubicó a la familia Odebrecht en el décimo lugar de los más ricos del Brasil con una fortuna estimada de 4 mil 500 millones de dólares.
El mito de la familia Odebrecht se derrumbó con la delación premiada de Marcelo Odebrecht. Las cosas le resultaron bien al joven empresario: de 31 años de encierro en una celda diminuta, pasó a una condena de diez años de arresto domiciliario en una lujosa mansión con piscina, gimnasio y sauna.
La Operación Lava Jato (lavado de autos) —como se conoce al operativo que destapó el caso— inició en 2016. La atención pública se ha centrado en la muerte política y hasta física —con el suicidio Alan García en Perú— de políticos, empresarios e intermediarios. Poco se ha dicho sobre los instrumentos corruptores de una empresa que a base de sobornos, logró contratos en 12 países del mundo.
En su libro “Odebrecht: la empresa que capturaba gobiernos” el sociólogo Francisco Durand documenta el mecanismo del “trípode” explicado por el propio Marcelo. Se trata de un modelo de influencias basado en: a) la búsqueda de mega proyectos con altos niveles de ingeniería; b) la buena relación personal con los funcionarios gubernamentales -empezando por el más alto nivel —(presidencia de la República) y, c) el financiamiento de las campañas electorales.
Odebrecht creó el Departamento de Operaciones Estructuradas mejor conocido como departamento de sobornos. Desde ahí, las “patas” del trípode derivaban en asados, donaciones a grandes obras, becas o empleos a hijos de funcionarios. También se optaba por la tortuga en el árbol. Este mecanismo trata de la incorporación, dentro de la empresa, de políticos con buenas relaciones, pero sin formación empresarial. Al igual que el cuento de la tortuga en el árbol, no se sabe cómo llegó ahí pero se sabe que no llegó sola, que no será de gran trascendencia para las decisiones estratégicas y que lo más sensato es ayudar a bajarla. Conocer los mecanismos corruptores —aún vigentes y no exclusivos de Brasil— es importante para desarticular la corrupción. Sería bueno empezar a detectar tortugas trepadas en los árboles mexicanos.
Coordinadora de la Red por la Rendición de
Cuentas