Desde la noche del 19 de septiembre de 2017, Claudia, una pequeña de seis años que sobrevivió al sismo del año pasado en la Delegación Tláhuac, se despierta de madrugada con la necesidad imperiosa de calzarse los pies, para así sentirse segura y poder salir corriendo. A un costo muy alto, ha asimilado que volverá a temblar. Esta realidad no es un presagio derivado del fatalismo mexicano. Es una condición que caracteriza a una Ciudad sobreexplotada, mal planificada y canibalizada por una élite económica y política que se comporta como intocable. La historia de Claudia es una de muchas que con otros nombres recolectaron Ricardo Becerra y Carlos Flores en su libro Aquí Volverá a Temblar. A diferencia de mucho de lo publicado a un año de los sismos que sacudieron a México, el testimonio y reflexiones de quienes desde el frente de batalla encabezaron la Comisión para la Reconstrucción de la Ciudad de México, es una revisión crítica, una secuencia de aprendizajes que no debiera ser obviada por las próximas administraciones. Varias son las lecciones del 19-S. Retomo solo algunas. En primer lugar, la reconstrucción no se reduce a levantar escombros, parchar paredes y repartir recursos. El proceso es complejo y requiere de una ruta en la que se debe de generar información fidedigna para tomar decisiones y analizar el impacto de las mismas. Es, antes que nada, una política que requiere de un liderazgo y que abre alternativas frente a una situación crítica. Los censos iniciales realizados por el gobierno de la Ciudad de México permitieron darle rostro y respuesta diferenciada a los damnificados. Sin embargo, esta información está incompleta y requiere ser homologada, completada y verificada (como es el caso de los múltiples dictámenes de edificios de la Plataforma CDMX).
En segundo lugar, la reconstrucción requiere modificar lo que ya sabemos que no funciona. Ante la tragedia que viene, es necesario invertir en acciones de prevención que impliquen no solamente un mapeo de inmuebles en riesgo, sino también reordenación de programas de gobierno y gasto, normas de construcción estrictas y medios para la vigilancia social. En este sentido, la información del Colectivo #Reconstrucción Transparente de la organización Nosotrxs es de suma utilidad. En su último reporte, muestra datos geolocalizables sobre 483 inmuebles de la Ciudad de México que se encuentran sin la atención suficiente y en riesgo latente de colapso.
Por otro lado, simulacros como el de ayer deberían dejar de ser un simple ritual de evacuación y silencio. Podrían transformarse en una estrategia más ambiciosa de prevención con tareas, rutas, acciones y responsables bien definidos.
En tercer lugar, es necesario crear una nueva cultura para el ejercicio del derecho a la seguridad humana. De la noción burocrática de protección civil hay que pasar a la garantía de la seguridad humana en donde se ponga en marcha una estrategia de producción de conocimiento, gestión de riesgos y acciones de articulación entre distintas instancias y colectivos que trabajen conjuntamente y no de manera dispersa en una nueva forma de habitar y convivir en una ciudad bajo amenaza. He aquí una agenda de propuestas necesarias para la anhelada resiliencia.
Coordinadora de la Red por la Rendición de Cuentas