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“ ¿Cómo es la pacificación a la mexicana? La que convoca Andrés Manuel López Obrador” , contesto rápido y sin empacho Alfonzo Durazo, quien será el titular de la Secretaria de Seguridad Pública. Sin embargo, la convocatoria de nuestro popular presidente electo no es suficiente para un proceso que tiene que ver con lo mas íntimo de las personas: el dolor de perder a un ser querido, el doloroso proceso del perdón sí es que alguna vez se puede dar y la reconstrucción a partir de las pérdidas.
Un proceso de pacificación es como el hilo negro: no puede inventarse. Las guerras y los conflictos se alimentan del odio, los prejuicios, el rencor y el revanchismo, por ello, la pacificación debe encontrar el camino de la reconciliación y sí es posible, el perdón. Cada región y país tendrá sus propias formas, circunstancias y procesos, pero cada cual, exitosos y fallidos, tienen principios básicos a seguir:
- Fijar una agenda de negociación realista y concreta que resuelva los asuntos directamente relacionados con el conflicto y que no abarque los problemas de la nación;
- Combatir y dialogar al mismo tiempo;
- Tomar decisiones difíciles y audaces (muchas veces impopulares) para lograr el objetivo final de la paz.
No aprender de otros procesos nos condenaría al fracaso. Por eso vale la pena entender y estudiar los esfuerzos de paz en el Medio Oriente, Centroamérica, Sudáfrica, Irlanda del Norte, y recientemente en Colombia. En este último caso, vimos que un proceso de paz genera grandes expectativas entre las víctimas, pero también es un camino largo y lleno de desviaciones, tentaciones y trampas a sortear.
El conflicto con las FARC en Colombia registró 54 años y 983 mil muertos. La última etapa del proceso de paz, la que le valió a Juan Manuel Santos presidente de Colombia, el Premio Nobel de la Paz, duró seis años. Durante estos se estructuró la pacificación desde diversas pistas, mesas, países y grupos, además de actores internacionales como Noruega y Cuba, en su rol como garantes; Chile y Venezuela, como acompañantes; Estados Unidos y la Unión Europea, con enviados especiales; todos los países de América Latina y el Caribe; incluso China y Rusia, que sirvieron como garantes, observadores y reconciliadores en las siguientes fases:
- Fase publica de los diálogos de paz en la Habana;
- Instalación de la mesa de dialogo en Oslo en Octubre 2012;
- Primera reunión con víctimas del conflicto en agosto del 2014 Conferencia Episcopal de Colombia, la Universidad Nacional de Colombia y la ONU;
- Firma del acuerdo de justicia de Santos y Timochenko (Rodrigo Londoño), en marzo 2016; y firma de cese al fuego en junio 2016;
- Firma del acuerdo Final en Cartagena en Septiembre del 2016;
- Plebiscito en octubre del 2016;
- Firma del nuevo acuerdo final entre Santos y Timochenko en noviembre del 2016.
Por todo ello, la Pacificación a la mexicana parece no tener estrategia. Hasta ahora han sido 7 foros –faltan 10- divididos en mesas donde las víctimas hablan sobre sus expectativas al gobierno entrante; mientras en otro lado ya se estructura la ley de reconciliación; como si la paz y el perdón se pudiesen dar por decreto. La gente pide justicia y hasta ahora no estamos dispuestos al perdón, columna básica para la pacificación.
El planteamiento es equivocado. En Colombia hubo un proceso de seis años de intensas y difíciles negociaciones y se dio después de 52 años de conflicto con una generación distinta a la que vivió el conflicto más de cerca. En México la reconciliación tendría que darse con nosotros, los que hemos vivido día a día la violencia de forma directa y los abusos más aberrantes de algunas autoridades.
Lo cierto es que al igual que Colombia, el proceso de pacificación pasa por un problema global más grande: la guerra mundial contra las drogas y todas sus implicaciones económicas y sociales. Después de décadas de lucha contra el narcotráfico el mundo no ha logrado controlarlo. El narcotráfico es un problema global y requiere una solución global que parta de una realidad innegable: la guerra contra las drogas no se ha ganado, ni se está ganando, en ningun lugar del mundo; todo lo contrario.
Por ello se vuelve necesario para la pacificación en este país, replantear la guerra contra las drogas, más allá de soldados y marinos. En México un cuarto de millón de muertos oficiales en 11 años, en promedio 2 mil muertos más anuales que Colombia en su medio siglo de conflicto y la mitad que Siria con su guerra civil.
En este marco, el proceso de pacificación en nuestro país no será fácil pero tampoco imposible. Necesita centrarse en las acciones necesarias para la pacificación, coordinada con una estrategia global de ataque al narcotráfico y poniendo al centro a las víctimas y no usarnos. Entender que este proceso de paz pretende darse con aquellos que estamos viviendo la guerra día a día y que una gran mayoría somos víctimas directas e indirectas de una “guerra” en un país “democrático” con un Estado de Derecho que parece haber desaparecido.
La premisa básica en este proceso es que es responsabilidad de todos los mexicanos construir esta paz, no será a través de un mandato de ningún gobierno, será la construcción de la nueva sociedad que queremos, responsabilizándonos de lo que somos hoy. La pacificicacion no llega por decreto, es necesario que el Estado pida perdón a las víctimas por sus actos fallidos y solo entonces esperar el perdón de nosotros, al que el sistema de seguridad y justicia de este país nos falló.